Diario de León

Tambores de guerra en el Sáhara

La falta de esperanza en una solución del conflicto parece empujar a los saharauis a la guerra. La tensión crece en el muro de 2.700 kilómetros que separa las dos partes

Publicado por
León

Creado:

Actualizado:

Amina lanza piedras y grita a los marroquíes que se vayan del Sáhara. Sus guijarros, arrojados con rabia, no llegan más allá de veinte metros. A casi un kilómetro, los soldados marro-quíes que defienden el muro apenas oyen sus protestas. A Amina le acompañan unas 300 mujeres saharauis y otros tantos activistas españoles que han venido hasta aquí para protestar contra esta formidable barrera de 2.720 kilómetros que separa el Sáhara ocupado por Marruecos de los territorios que controla el Frente Polisario. Los activistas españoles llevan banderas saharauis, pero también ikurriñas vascas, enseñas canarias y de otras comunidades. Un grupo grita a los marroquíes en euskera mientras sus correligionarios tocan la txalaparta (un instrumento ancestral vasco). Dejamos a Amina atrás y nos acercamos a unos 300 metros del muro, lo justo para poder ver a los marroquíes a través de los prismáticos sin pisar alguna de las cientos de minas que protegen el muro. Lo que se ve es elocuente: los soldados, una veintena, graban a los saharauis con una cámara, comen tranquilamente su rancho y se ríen con ganas de las protestas. La escena, en medio del calor im-penitente de la hamada saharaui (desierto de piedras), se antoja como una descripción perfecta del intermable conflicto que asola esta parte del mundo. El más largo del mundo «La zona está bastante desminada, pero hay que tener cuidado. Acer-carse más es peligroso. Tenemos cientos de heridos por las minas». Gaizi Nahbachir, el saharaui que nos acompaña a las postrimerías del muro, sabe bien de qué habla. El Polisario le ha encargado una investigación exhaustiva sobre la barrera levantada por Marruecos. Desgrana con precisión milimé-trica cada dato y cada tramo del muro: primero la barrera de minas antipersonales, que en algunos ca-sos comienza hasta un kilómetro antes del muro. Son minas anti-personales y anticarro, la mayoría italianas. «También hay españolas. Están la C3A, antitanque, y la Fama, antipersona», dice. Después viene la barrera de alambre y detrás se sitúa el muro de piedras, arena y zanjas. Allí se instala la infantería: una compañía en cada puesto im-portante y pelotones circulando entre los puestos a lo largo de una barrera constante. Entre la infantería está la red de radares, que Marruecos se ha encargado de reforzar en los últimos meses para evitar cualquier incursión del Polisario en el muro, la táctica que los saharauis han utilizado durante años para hostigar a las fuerzas del reino alauí. «Con la instalación de los nuevos radares nos han hecho polvo», admite Brahim Gali, representante del Polisario en España y uno de los miembros históricos del movimiento. «Con los radares viejos que tenían detectaban los movimientos que hacíamos a unos 20 o 30 kilómetros. Pero conocíamos los huecos que dejaban y éramos capaces de causarles fuertes daños. Lo que nosotros denunciamos es que Marruecos ha cogido el dinero y la tecnología que la UE le dio para luchar contra la inmigración y lo ha utilizado para reforzar el muro. Ahora su índice de penetración ha aumentado mucho. Pueden detectar movimientos hasta a 100 kilómetros», dice. Las afirmaciones de Gali vienen confirmadas por el último informe de Kofi Annan, que sacó a la luz la instalación de 40 nuevos radares en la zona. El veterano dirigente saharaui no pierde, sin embargo, el eterno entusiasmo militar del Polisario. «Siempre habrá resquicios en el muro, nosotros los hallaremos y los utilizaremos. Allí donde habéis visto a los marroquíes reirse, allí se han hecho incursiones y se han capturado prisioneros», cuenta. Retomar las armas El desequilibrio que puedan causar estos nuevos radares en un conflicto ya de por sí desequilibrado cobra especial relevancia en un tiempo en que el Polisario se plantea, cada vez con más fuerza, volver a las armas. El inmovilismo de la comunidad internacional, la comodidad con que Marruecos sortea las resoluciones de Naciones Unidas, la incapacidad de la Minurso (la misión de la ONU en el Sáhara) para garantizar su aplicación, el cambio de postura del Gobierno de Zapatero y la creciente escasez de alimentos en los campos de refugiados parecen conducir peligrosamente hacia la guerra. «La verdad es que la idea siempre ha estado ahí. Fue la dirección del Polisario la que pidió a la gente que aceptara el alto el fuego con Marruecos. Muchos sintieron que aquello era una encerrona. Ahora la gente sigue pidiendo ir a la guerra porque quieren que su situación se defina de una vez. Llevamos veinte años viviendo en los campamentos de Argelia, en una tierra prestada, sin patria, sin trabajo, sin futuro, viviendo de la ayuda internacional. Por eso no tienen miedo a morir. Eso ha sido así durante los últimos años. La diferencia es que ahora la dirección, que antes abogaba claramente por mantener el alto el fuego, ha puesto la vuelta a las armas sobre la mesa. No hay una fecha, pero las opciones no son muchas. Si tenemos que volver a la guerra volveremos», dice Abdati, que trabaja en la presidencia de la República Árabe Democráctica Saharaui. La determinación que muestran los saharauis es absoluta, a pesar de que sufren una inferioridad nu-mérica de diez a uno. Pero enfren-te tendrán a un ejército que no se parece mucho al que combatieron hace años. Marruecos ha llevado a cabo un desarrollo armamentístico notable, aupado por su alianza con Estados Unidos. Washington, que ha instalado en los últimos meses una base militar en territorio ma-rroquí y también una estación de escucha de su red de espionaje Echelon, provee de alta tecnolo-gía militar al reino alauí. Nueva aviación, nuevos helicópteros de combate, nuevos tanques. Enfrente, una guerrilla clásica. En resumen: Amina tirando piedras y los solda-dos riendo en la seguridad que les un status quo que favorece al ocu-pante, un muro que los parapeta y una aviación que, en las llanuras de la hamada, podría jugar al tiro al blanco con los saharauis. Nada que perder «Nosotros nunca hemos planteado un conflicto abierto con Marruecos. Ni lo hicimos al principio, ni lo haremos ahora. Cuando comenzamos la lucha, desarrollamos nuestra propia forma de lucha y así conseguimos hacernos con los terrotorios liberados. Si se declara la guerra utilizaremos otros instrumentros. Otros que han sido probados y ensayados por nuestros mandos militares. Es cierto que Marruecos ha mejorado su armamento, pero subestiman la fuerza de voluntad de quien no tiene nada que perder», dice Abdati. Quizás pensando en esa aviación marroquí, el desfile militar anual que realiza el Polisario para con-memorar el inicio de su lucha tuvo este año como protagonistas a sus armas antiaéreas. Viejas baterías Dochka, algunos misiles tierra-aire SAM y blindados con cañones antiaéreos M-65 últimos regalo de Argelia, que sigue siendo el principal sostén logístico y militar de los saharauis. A los pies de uno de esas baterías antiaéreas nos encontramos a Husseín Bachir, un veterano guerrillero sin rango que lleva en la lucha desde el principio. Ahora, a sus 51 años pide volver a la guerra. «No podemos seguir así. Si la ONU está decidida a aplicar el referéndum que lo haga y si no que se vayan de una vez de aquí. Iremos a la guerra», proclama. El armamento El desfile militar de este año exhibió el mejor armamento antiaéreo del Polisario. En la imagen una columna de blindados soviéticos BMP. El muro Mujeres saharauis protestan en las postrimerías del muro que separa el Sáhara ocupado por Marruecos del territorio del Frente Polisiario. Al fondo quedan los soldados marroquíes TROPAS MARROQUÍES EN EL SÁHARA Rabat tiene la mayor parte de su ejército desplegado en el Sáhara TROPAS DEL FRENTE POLISARIO Los miembros activos no superan esta cifra

tracking