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| Análisis | Los resultados del referéndum |

La rebelión de las clases medias

Publicado por
Fernando Pescador | Imanol Allende
León

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La incorporación de las clases medias al frente del rechazo antisistema es la principal enseñanza de la radiografía sociológica del no francés a la Constitución europea realizada por los especialistas en análisis electoral. El novedoso fenómeno rompe la arquetípica división entre ricos y pobres, la Francia de arriba y la Francia de abajo, para instaurar una fractura horizontal entre trabajadores e inactivos cristalizada por el temor al paro. Una encuesta realizada por la empresa TNS-Sofres entre los votantes del domingo refleja que el sí sólo fue mayoritario entre los ejecutivos y las profesiones intelectuales (62%), los titulados universitarios (57%) y los jubilados (56%). Las demás categorías de la población se pronunciaron por el no, encabezadas por obreros (81%) y parados (79%) como de costumbre en las filas del descontento. Pero también fueron engrosadas por empleados (60%) y profesiones intermedias (56%). Un estudio de la firma Ipsos cuantifica en 27 puntos el avance del no, hasta convertirse en mayoritario, entre las clases medias respecto al referéndum sobre el Tratado de Maastricht de 1992. Entonces regía la clásica separación entre una Francia popular, escasa de estudios y con pocos ingresos opuesta a la moneda única, y otra Francia acomodada, instruida e integrada movilizada por el sí. Ahora prima la oposición entre asalariados e inactivos, los primeros votantes del no (55%) y, los segundos, electores del sí (58%). El no fue mayoritario en los hogares franceses con ingresos de 2.000 a 3.000 euros mensuales (53%) y muy notorio en los que ganan más de 3.000 al mes (46%). La amenaza Los autores explican la nueva fractura por la angustia del empleo, el poder adquisitivo y la protección social que se ha contagiado desde los sectores populares a las clases medias. «El empuje del no se produce por capilaridad ascendente en el seno del cuerpo social», escriben Philippe Hubert y Samuel Jequier. En este contexto de precariedad social y de paro crónico, la pequeña burguesía percibió la Europa constituyente como una amenaza liberal y un riesgo de regresión social. «El hecho de que el no toque fuertemente a las clases diplomadas y acomodadas revela la existencia de un no cultivado o razonado, en suma un no fundado ideológicamente y de convicción. Incluso un no informado puesto que el no es más fuerte en las personas que leyeron el tratado que en las que no lo hicieron», constatan. La sociología del no tiene plasmación geográfica en la Francia rural y en las ciudades pequeñas o medianas. Por el contrario, las grandes capitales, feudos de ejecutivos, titulados universitarios y los famosos burgueses bohemios, se decantaron en masa por la Carta Magna: París (65%), Lyón (61%), Nantes (59%), Burdeos (58%)... La excepción fue Marsella, segunda urbe del país con gran raigambre popular, donde ganó el no con el 61%. Sólo 13 de los 95 departamentos metropolitanos aprobaron el Tratado Constitucional, cuando 53 habían votado a favor de Maastricht hace trece años. Los diques de contención al maremoto se sitúan al oeste (Bretaña y País del Loira), la región de París y Alsacia, solar de la europea Estrasburgo. A la mierda El escrutinio confirma la creciente desconfianza popular hacia sus representantes políticos. El pasado 25 de febrero 730 diputados y senadores (92%) se pronunciaron en Versalles a favor del texto rechazado el domingo por el 55% de la ciudadanía. Pocas veces ha sido tan revelador el desfase entre el país real y su representación institucional, la denominada fractura democrática. «Se ha dado una especie de Mayo del 68 en las urnas», observa Roland Cayrol, director del instituto CSA. «Hay un aspecto jubiloso y festivo en el no contra el lado razonable que representaría el sí a la construcción europea», añade. En resumen, «una manera de decir alegremente: a la mierda».