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El rostro de «Garganta Profunda»

El espía que acabó con Nixon en el Watergate vendió su confesión sin avisar a los periodistas del Washington Post, sus confidentes, que?han perdido la noticia de su carrera

El ex director del FBI y Garganta Profunda, Mark Felt, con su hija

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Mercedes Gallego - Nueva york
León

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«Mi vida ya no tiene sentido», bromeaba el neoyorquino Tommy Lee. «Ahora que ya sé quién es Darth Vader (La Guerra de las Galaxias) y Garganta Profunda , ya no me quedan secretos por descubrir». No debía ser el único que sentía vacío al ver desvanecerse los misterios de su vida. Algunos periódicos recordaban ayer que todavía falta por conocer la fórmula de la Coca Cola y la receta original del Coronel Sanders (Kentucky Fried Chicken), pero ninguno de esos secretos ha arrastrado la caída de un Gobierno. Una treintena de altos cargos fue detenida en su día y 13 de ellos condenados por la conspiración de las escuchas secretas que reveló el caso Watergate en 1972. Detrás estaba un joven reportero de provincias llamado Bob Woodward que «accidentalmente» había conocido a Mark Felt, segundo de a bordo del FBI, y claro sucesor del entonces mítico jefe de la organización, Edgar Hoover, para el que llevaba 30 años trabajando. Woodward no participó ayer en el chat de su periódico para contestar las preguntas de los lectores. En su lugar, el editor ejecutivo Leonard Downie anunció que el periodista estaba en casa escribiendo a toda prisa el relato de su primer encuentro con Garganta Profunda. La sorpresiva confesión de Felt en las páginas de la revista Vanity Fair habían dejado al galardonado periodista sin el scoop sobre el que había construido su carrera. Durante 32 años, tanto Woodward como su compañero Carl Bernstein habían mantenido el secreto de su fuente contra viento y marea, decididos a no revelarlo hasta que ésta muriese. La fuente resultó ser especialmente longeva. En el mundo editorial se sabía que Woodward guardaba todos los secretos de los encuentros, plasmados en el cine por Robert Redford y Dustin Huffman, para un libro. Hace dos meses el periodista compartió el nombre con el editor ejecutivo del Washington Post para que éste preparase la cobertura, ya que Felt había cumplido 91 años debilitado por una trombosis. Lo que ignoró fue que la confianza de su fuente también se había debilitado. La familia de Felt, ahogada por las deudas que en EE.?UU. deja la universidad de los hijos, lo convenció para vender su historia, compartir la gloria de la que había gozado Woodward «y pagar algunas facturas», confiesa su hija en el reportaje. Imposible llamar a Woodward y cotejar si lo que decía el anciano era cierto «porque hubiera corrido a imprimirla antes que nosotros», contó Vanity Fair . Así que la revista ha tenido que guardar su propio secreto durante dos años hasta amarrar todos los detalles. La revista relata que el hombre, que ahora tiene 91 años, reveló el secreto a su hija casualmente durante la emisión de un documental sobre el caso. «¿Crees que Garganta Profunda quería hundir a Nixon?», le preguntó ella. «No hija, no era esa mi intención». La guerra periodística sobre Garganta Profunda ha terminado, pero no la agonía de Felt, que pasa los días frente a la televisión para saber si sus compatriotas le consideran un héroe o un villano.

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