Diario de León
Publicado por
Miguel A. Murado
León

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Veinte años atrás, Carlos Mesa publicó un libro de historia, Presidentes bolivianos: entre las urnas y los fusiles . El jueves él mismo escribía una especie de apéndice a su libro al poner fin a su propio mandato como presidente de Bolivia, un mandato que llegó a punta de fusil (es un decir) y que con toda probabilidad dará paso a las urnas. Y, desgraciadamente, puede que también a los fusiles. Bolivia es el más pobre de América del Sur. Aunque dis-pone de recursos naturales valiosos, ni el gas ni la soja generan demasiado empleo. La orografía hace que el transporte sea caro, por lo que para los bolivianos tan sólo han sido rentables exportaciones de alto valor: la plata, el oro, el caucho, el aluminio, la coca. El gas sólo se descubrió recientemente, cuando la privatización de 1996 atrajo a las multinacionales (entre en la que habló fijamente a la cámara (antes de presidente fue presentador de televisión) y pidió también esas eleccio-nes anticipadas para evitar la guerra civil. Efectivamente, si las fuerzas vivas del sureste del país, donde se encuentra el gas, siguen adelante con sus planes de autonomía (han convocado un referéndum no autorizado para mediados de agosto), Morales, que quedó segundo en las presidenciales del 2002 tiene la esperanza de convertirse en presidente. Lo habrá logrado entonces en parte con la urna y en parte con el fusil.ellas, la española Repsol-YPF), y desde entonces se ha convertido en la manzana de la discordia. La «democracia pactada» de los tres partidos tradicionales, el MNR, el MND y el MIR, y que habían logrado dejar atrás un pasado cuajado de golpes y dictaduras, se tambaleó en la elección del 2002, donde Sán-chez de Lozada ganó por poco a un político de nuevo cuño, el líder cocalero Evo Morales, portavoz de un discurso en parte indigenista, en parte an-tiglobalizador¿ y en parte, eso, cocalero. Bolivia siempre ha sido una sociedad con una tradición asociativa muy fuerte, debido a la base minera de la economía y a las tradiciones de los indígenas (son un 65% de la población). Lo que ocurrió a finales de los noventa fue que todas esas tendencias (el indigenismo, el sindicalismo minero, el activismo de las oenegés y el negocio de la coca) lograron articularse en un movimiento poderoso que derriba gobiernos.

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