Veinte años en Europa
El 12 de junio de 1985 el entonces presidente del Gobierno español Felipe González firmaba en el Palacio Real de Madrid en presencia del rey Juan Carlos el Tratado de adhesión de España a las Comunidades Europeas. Veinte años después de aquel histórico contrato que transformaría al país, el proyecto europeo parece haber entrado en una crisis de madurez y España se encuentra a las puertas de un cambio fundamental en su relación con Europa. La adhesión a la CE, que se haría efectiva como la de Portugal el 1 de enero de 1986, aportó dos beneficios incalculables a España: la consolidación de la democracia recién recuperada y la modernización de la economía mediante el doble estímulo de la apertura de los mercados y la inyección de ayudas europeas multimillonarias. La asociación entre Europa, democracia y progreso ha estado tan arraigada en la mente del español desde el final de la dictadura que en estas dos décadas nadie se ha atrevido a cuestionar el rumbo general del proyecto europeo ni las razones de España para seguir participando activamente en él. España ha presidido en tres ocasiones el club europeo, en 1989 y 1995 con Felipe González como presidente del Gobierno, y en 2002 con José María Aznar. Ha sido protagonista en la negociación de todos los tratados que siguieron al Acta Unica: Maastricht (1992), Amsterdam (1997), Niza (2001) y el Tratado constitucional (2004). Y ha hecho aportaciones duraderas a la construcción de Europa en ámbitos tan variados como la ciudadanía de la Unión, la política de cohesión, la diversidad cultural y lingüística, la cooperación judicial o la lucha contra el terrorismo. En este tercer pilar, el relativo a la justicia y los asuntos de interior, el impulso español ha sido tan grande en los últimos años que algunos expertos (Carlos Closas y Paul M. Heywood, por ejemplo) hablan incluso de una «europeización de los problemas españoles». Veinte años después de la entrada en Europa, España se dispone a afrontar una decisiva negociación con sus socios por el reparto de los fondos comunitarios, de los que ha sido uno de los principales beneficiarios. Termine como termine el pulso, las «perspectivas financieras» 2007-2013 señalarán para España la transición hacia otro estatus, uno en el que ser europeísta y tirar de Europa también significará pagar más dinero.