Florence lo cuenta todo
Tras cinco meses de secuestro, la periodista francesa Florence Aubenas ha narrado a sus compañeros de prensa su experiencia quitando todo el dramatismo y arrancando incluso alguna sonrisa
Nunca hasta ahora un rehén recién liberado había conseguido despertar las carcajadas de la prensa al narrar su vida durante cinco meses encerrado en un sótano. Aunque parezca imposible, la periodista francesa Florence Aubenas lo logró ayer y no precisamente porque su secuestro en Irak resultara divertido: el sentido del humor fue lo que le permitió sobrevivir en este período que también fue para ella un tiempo de silencio. No más de 80 palabras diarias, las imprescindibles para responder a las demandas de sus guardianes; no más de 24 pasos por jornada, los justos para ir dos veces al servicio. Su sitio, un colchón de goma espuma que no tenía derecho a abandonar en una celda de cuatro por dos metros y tan sólo metro y medio de alto. Daba igual, no le dejaban ponerse de pie. La cautiva sin nombre Cinco meses de secuestro son «muy largos de vivir pero muy breves de contar». Florence Aubenas intentó en todo momento desdramatizar las situaciones más duras de sus 157 días de secuestro. Como por ejemplo, cuando decidieron castigarla porque había hablado con su compañero de celda, algo que ambos negaron. Sólo al final de su cautiverio descubrió que se trataba de su traductor y guía Hossein Hanoun, con quien no pudo comunicarse en todo ese tiempo. O cuando decidieron golpearla porque se movía demasiado en ese colchón que se convirtió en su espacio vital. Le cambiaron hasta el nombre. Primero, Leila; después, simplemente, número 6. Y en marzo le ordenaron que grabara la única imagen que trascendió durante su secuestro: una dramática petición de ayuda en la que confesaba encontrarse muy mal física y psicológicamente. El jefe de los secuestradores insistió en que tenía que decir que la iban a ejecutar y ella preguntó si era cierto «porque me interesa». Le contestó que no y como había problemas para contactar con la embajada le preguntó si tenía el e-mail de Chirac. «No tengo mi agenda»; el jefe insistió: «¿Hay en Francia un partido de oposición? ¿tiene un sitio en Internet?». Y Florence aseguró ayer: «Sinceramente ahora me río, pero en aquel momento pensé: Dios mío, si dependo de Chirac y el Partido socialista, tengo para cinco años». Le dijeron que dirigiera su petición de ayuda al diputado francés Didier Julia, un parlamentario de la gobernante UMP que, al querer mediar en el anterior secuestro de otros dos periodistas franceses, retrasó aún más su liberación y «ahora querrá vengarse». Pero ella protestó y entonces le dijeron «eres nula como rehén». También detalló los regalos que sus secuestradores le habían hecho antes de partir, dos anillos y un frasco de perfume. Pero lo que más agradeció fueron las dos sillas donde ella y su intérprete pudieron al fin sentarse por primera vez como es debido desde el 5 de enero. «Nos ofrecieron té y pollo asado, éramos sus invitados» e incluso le dijeron que la echarían de menos. Ya el domingo pasado, a su llegada al aeropuerto militar de Villacoublay dejó a todo el mundo alucinado cuando cogió el micrófono y lo primero que les dijo a sus colegas de la prensa fue: «Yo también estoy con vosotros esperando la llegada de los rehenes». Del posibles pago de rescates la periodista francesa dijo no saber nada.