Diario de León

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«Estaba allí, al fondo»

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Mercedes Gallego - nueva york
León

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«En una ocasión nos llamó cerdos y perros, dijo que merecíamos que nos encerraran para siempre». Los recuerdos que relata Don Sharer se remontan a 25 años atrás, pero ha sacudido al mundo porque el hombre del que habla es ahora presidente de Irán. Algunos de los 52 estadounidenses que fueron tomados como rehenes tras la toma de su Embajada en Teherán en 1979 aseguran haber pasado los últimos últimos días en shock. La pesadilla de 444 días que marcó sus vidas empezó a revivir en sus mentes el sábado, cuando vieron en los periódicos la foto del vencedor, del hombre que había arrasado en la segunda vuelta de las elecciones iraníes, Mahmud Ahmadineyad. «La foto era reciente, pero no ha cambiado mucho. Quítale 20 años y es él. Estaba allí, de fondo, como un consejero o algo así», asegura el ex coronel de la Marina. «Cuando estás en una situación en la que se está amenazando tu vida, se te graba para siempre». Los expertos en memoria insisten en que 25 años es mucho tiempo, y advierten que el hecho de que hayan hablado e intercambiado opiniones por correo electrónico puede haber contaminado sus recuerdos, pero la Casa Blanca cree que la certeza mostrada por alguno de los ex rehenes hace necesaria una investigación. «Nos lo estamos tomando muy en serio», dijo hoy, jueves, el portavoz Scott McClellan. «Estamos mirando el caso para entender bien los hechos». El ascenso al poder de aquellos estudiantes radicales que forzaron la revolución islámica no sería sorprendente, si bien ninguno ha llegado tan lejos como Ahmadineyad. A la primera mujer que se convirtió en vicepresidente de Irán, Massoumeh Ebtekar, nombrada por el reformista Mohamad Khatamio, se la conocía a los 18 años como «Mary», nombre de guerra con el que ejerció el cargo de portavoz de los captores y participó en la vigilancia de los mismos. Tras la liberación de los rehenes el día en que Ronald Reagan llegó a la Casa Blanca, muchos de ellos fueron premiados en Irán con puestos de embajadores o adjuntos en varios ministerios. Otros fueron elegidos para cargos en las asambleas municipales, el Parlamento o al frente de publicaciones. Con el tiempo, la mayoría ha preferido enterrar esa parte de su pasado que les sirvió de trampolín. La diferencia es que Ahmadineyad no es un reformista sino el espejo de la línea dura que arrastra consigo la sombra de los talibanes. Su biografía dice que formó parte de la organización estudiantil que tomó la Embajada, pero varios de sus colaboradores negaron ayer tajantemente que hubiera participado en ella. De hecho, los propios dirigentes del movimiento aseguran que se oponía a ello.

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