Diario de León

Chirac, un presidente en horas bajas

El mandatario francés ha visto menguado su poder y prestigio en el último año, hasta el punto de jugarse el todo por el todo en la cumbre del G8. Para coger fuerzas ayer cenó las delicias de un chef inglés, su comida «favorita»

Blair, Bob Geldof, la premio Nobel nigeriana y el cantante de U2

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Publicado por
María Esperanza Suárez
León

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Jacques Chirac, en sus horas más bajas, afronta en Gleneagles  la más difícil de sus cumbres. Y no porque en la cita escocesa del G-8 vayan a tomarse decisiones importantes para el futuro de Francia, sino porque es su propio prestigio personal el que está en juego. La derrota de París frente a Londres en la pugna olímpica le ha tocado especialmente por su fuerte implicación en la defensa de la candidatura francesa. Soplan malos vientos para el presidente de la República, que no levanta cabeza desde el «no» de sus compatriotas a la Constitución europea. Dos titanes enfrentados Un Chirac «decepcionado»  se encontraba anoche con el triunfante Blair, vencedor en Singapur, anfitrión de la cumbre de los 7 países más ricos del mundo más Rusia, y presidente de turno de la Unión Europea  con el que no coincide en absoluto en cómo hacer frente a los nuevos desafíos mundiales. Para Blair, Chirac simboliza «la vieja Europa» que él quiere dinamizar. Para Chirac, Blair es la amenaza anglosajona, un concepto de vida que choca con el «savoir fair» de la rancia Francia, cada vez más morosa y con una tasa de paro del 10% que no había alcanzado hasta ahora. Tras la bronca de la última cumbre de Bruselas, voluntariamente o no, Blair no deja de hurgar en la herida, fortalecido además por su reciente reelección. Estaba Chirac de lo más orgulloso por sus iniciativas para luchar contra la pobreza en Africa y va Blair y presenta otras que gustan más a los americanos, que consideran inaceptable un impuesto mundial sobre los billetes de avión para financiar el desarrollo. El presidente francés se lanzó contra la insensibilidad de Bush ante el cambio climático y será el primer ministro británico, con la ayuda de la opinión pública estadounidense, el que consiga algunas concesiones. Chirac no gana para males A Chirac, la  confirmación de su tercer fracaso olímpico le pilló en el avión entre Singapur y Escocia. Y nada más llegar le tocó tragarse otro sapo: Cena con chef británico, por mucho que hubiera estudiado en Francia. Sus bromas con Putin y Schröder  sobre lo poco de fiar que resulta una gente que cocina tan mal no han sido recibidas con el mismo sentido del humor al otro lado del canal. Y eso que muchos le han dado en voz baja la razón. La resaca del día después de la derrota va a ser difícil de superar para el jefe del Estado francés. Su autoridad  interna está en cuestión desde hace tiempo y su popularidad no consigue despegar de la cota del 22%. Incluso en el seno de su partido le crecen los enanos y Nicolás Sarkozy se ha convertido en omnipresente sin disimular siquiera que aspira a sustituirle  como candidato al palacio del Elíseo. Definitivamente estos no son buenos tiempos para Chirac, y aún no se ha acabado el año.

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