Diario de León

| Crónica | Paquistaníes en Gran Bretaña |

El miedo de una comunidad acosada El principal destino del éxodo paquistaní

De las miradas en el metro a las palizas. Los llamamientos a la calma y su integración en la comunidad no han evitado a los paquistaníes sentirse rechazados en Londres

La comunidad musulmana también está de luto por los atentados

La comunidad musulmana también está de luto por los atentados

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El viaje en el metro de Londres se ha convertido en una lotería. Im-posible saber si el convoy llegará a destino o una alarma obligará a suspender el trayecto. Los frecuen-tes retrasos hacen que las estaciones estén atestadas de gente que luego se aprieta en los vagones. Una vez dentro, el ritual es el mimo: miradas rápi-das hacia los lados en busca de alguien con rasgos árabes y mochila. Los continuos avisos del Gobierno de la posibilidad de un nuevo atentado no han caído en saco roto. Si la ruta concluye en el noroes-te de la capital, en las paradas de Willesden, los objetivos de los observadores se multiplican: la zona tiene uno de los porcentajes de población musulmana más altos de la ciudad y en los alrededores se ubican, además de varios centros islámicos, las sedes de las comuni-dades afgana y paquistaní. Pese a los repetidos intentos de los líderes religiosos y políticos para evitar incidentes xenófobos, los gestos discriminatorios -en muchos casos tan inconscientes como el temor en la mirada- son constantes y tras conocerse la iden-tidad de los terroristas suicidas, los paquistaníes se han convertido en su principal víctima. Los procedentes de la antigua colonia británica no tienen una alta representación en la capital. Apenas superan el 15% en los barrios con mayor presencia; muy lejos, por ejemplo, de la comunidad bangladesa, llega al 50% en algunos distritos del centro. Además, su grado de integración es elevado y eso les está ayudando a pasar desapercibidos: «Ni siquiera aquí, donde somos muchas las familias llegadas de Pakistán, hemos formado núcleos cerrados. Estamos muy repartidos», explica el director del Centro Paquistaní, Mohamed Sagid. En Willesden Green conviven con una amplia mayoría de australianos e irlandeses. Contadas excepciones Pese a que no han creado guetos, sí que se han visto relegados en los roles sociales. Sus rostros son más frecuentes en ciertos puestos de trabajo: tras el mostrador de los pequeños supermercados o al volante de un taxi. El estereotipo se cumple salvo contadas excepciones, como la del laborista Lord Nizar Ahmed, miembro de la Cámara de los Lores y autor de llamamientos a la calma y a la convivencia pacífica tras la masacre del 7-J. A él se han sumado los imanes de las principales mezquitas -hay casi tantas como iglesias-. En la que ocupa el mismo solar que el centro paquistaní, la oración del viernes estuvo dedicada a las víctimas de los atentados, por segunda semana consecutiva. La cercanía entre ambos edificios los convierte en más que posible objetivo de los actos vandálicos que se están viviendo en Inglaterra. «La presencia policial aquí es constante. Por ahora no hemos sufrido ataques como los que sí se han denunciado en otros distritos», comenta Sagid. En torno al templo de Willesden Green el decorado no es el mismo que en el distrito de Tower Hamlets (donde sí se vivieron ataques xenófobos). Si allí eran mayoría los edificios de dos o tres plantas, habitados por musulmanes, aquí predominan las las casas unifamiliares, los bares de diseño y alguna construcción de varias alturas -la vivienda preferida por los núcleos de autralianos-. La mezcla se completa con las ya mencionadas tiendas de barrio. El dueño de la más próxima a la estación de metro es Javid, un paquistaní que ya ha vivido los efectos colaterales del 7-J. «Nadie puede negar que las cosas han cambiado mucho. Nos miran con desconfianza -lamenta- y yo no caminó tranquilo por la calle. Los de mi comunidad no vamos a volver a estar seguros hasta que pase mucho tiempo». El tendero asegura que ya ha ha-bido linchamientos: «Dicen que incluso han matado a un chaval paquistaní a golpes en Notting-ham. Es increíble que la tomaran con un muchacho sólo por su lugar de procedencia». Ahora teme que a su hijo le pueda suceder lo mismo: «El otro día nos dijo en casa que la gente se cambiaba de vagón en el metro para no ir a su lado». Atemorizados Desde hace diez días el tema es la conversión de dos de sus jóvenes vecinos en fanáticos suicidas y las posibles represalias que tienen atemorizados a los residentes. Las visitas al Centro Musulmán del barrio se han multiplicado para obtener de su director, Ma-nif Malic , el sosiego neces ario y las instrucciones para evitar que el extremismo crezca entre los más pobres, y sus hijos se conviertan en los próximos «mártires» que se inmolan junto a inocentes para «agradar» a Alá. El miedo se ha apoderado de una comunidad acosada. Los primeros paquistaníes que llegaron a Londres tienen ya nietos en la veintena. Son los protagonistas del éxodo que se produjo hace 50 años, cuando la India Británica se dividió y surgió Pakistán. Entonces, la mayoría de quienes trataban de escapar de la violencia y la pobreza en su país de origen optaron por trasladarse a Inglaterra. Los emigrantes se repartieron por la periferia londinense y por distintas ciudades del norte del país (la región con más industria). Como suele ocurrir en los movimientos migratorios, en sus nuevos asentamientos, los paquistaníes desempeñaron los trabajos que no querían los nativos y fueron víctimas de ataques xenófobos. La peor época fue la de los años 70, con el auge de los movimientos neonazis en Gran Bretaña. Fue entonces cuando se acuñó el término despectivo paquis para referirse a los miembros de esta comunidad Sin embargo, el camino de la segunda generación en Londres fue mucho más sencillo. Como los primeros llegados habían tratado de evitar los guetos, sus hijos estaban ya integrados en una ciudad caracterizada por su diversidad étnica y cultural. Eso se tradujo en una segunda oleada de inmigrantes y, décadas después, en un tercer éxodo, éste el más numeroso. Así, entre 1990 y el 2000, la población paquistaní en Londres aumentó en un 63% para alcanzar las 153.000 personas. Marcados por el 11-S En el 2001, los paquistaníes, como el resto de musulmanes, fueron víctimas del rechazo que se extendió entre los ciu-dadanos británicos hacia los seguidores del Islam. Surgió entonces la necesidad de acelerar la integración de la tercera generación, que se hizo a través de una educación más occidentalizada para evitar el rechazo.

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