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Publicado por
ENRIQUE VÁZQUEZ
León

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EN LO que parecen gestos previstos, el Gobierno británico ha empezado a levantar instalaciones militares en Irlanda del Norte y el IRA hace saber que de modo inminente permitirá que la comisión internacional de desarme proceda a inutilizar alguno de sus arsenales en presencia de testigos independientes. Si se recuerda que Gerry Adams estuvo el domingo secretamente en Downing Street se puede suponer no sólo que el dirigente republicano (y del IRA, según ya es público y se acepta) puso al corriente a Tony Blair de lo que se anunciaría el jueves, sino de algunos pasos inmediatos y pidió y obtuvo compensaciones. El lado británico no ha escatimado: sólo los iniciados saben hasta qué punto los republicanos han insistido en desmantelar bases militares británicas y, en particular, demoler las elevadas torres de vigilancia esparcidas por los condados. Ayer se procedió en ese sentido en el sur de Armagh, uno de los feudos del radicalismo nacionalista militante. El fin de la violencia Ha empezado, pues, la visualización del fin de la violencia y el correlato de la parte británica, reconfortada por su conducta, que ha mezclado energía con una considerable destreza táctica en el registro político. Londres no ha tenido inconveniente -ayer, pero no antes- en abatir torres que son el símbolo de la presencia (la ocupación, en la jerga nacionalista) del Reino Unido en el Ulster. Mientras Adams ponía al corriente a Blair, Martin McGuinness hacía lo propio en Washington con los medios del Capitolio (republicanos como demócratas) y, con toda probabilidad, con los encargados del dossier irlandés en el Consejo de Seguridad Nacional, que ha jugado un papel decisivo en el largo proceso pacificador desde los días en que, bajo la presidencia Clinton, lo dirigió Sandy Berger. El desarme llegará en seguida como mejor medio de aplacar de una vez al campo leal-protestante, que hizo de la entrega de las armas una condición indispensable para hacer creíble la conversión del IRA en un movimiento político y pacífico. No se exige ya la escenificación de una rendición de los terroristas, vista como inaceptable y que Londres, en todo caso, no ha respaldado. El resumen de las primeras 48 horas transcurridas desde el contundente comunicado del IRA permite creer que, esta vez, sí, la guerra concluye.

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