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| Crónica | La corrupción salpica Brasil |

Los peores momentos de Lula

Los escándalos de corrupción cercan al Gobierno brasileño y los detractores de Lula no lo esconden: van a por él. Un mapa para no perderse en una complicada trama política

Publicado por
Robert Mur - corresponsal | río de janeiro
León

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La lucha contra la corrupción era, junto a combatir la pobreza, el gran caballo de batalla de Luiz Inácio Lula da Silva cuando asumió la presidencia de Brasil el 1 de enero del 2003. Hoy, a menos de año y medio de finalizar su mandato, esa misma corrupción amenaza con poner fin a las ilusiones de millones de brasileños que vieron en el sindicalista la solución a los problemas del país. En dos meses, los escándalos han empantanado la política brasileña, se han ramificado en múltiples casos de corrupción y han provocado dimisiones sin fin. Los defensores de Lula advierten que todo responde a un objetivo calculado: acabar con el prestigio del presidente y evitar que se presente a la reelección, o incluso hacer que dimita. Sus detractores no lo esconden: van a por él, como reconocía hace unos días el senador derechista Antonio Carlos Magalhaes. «Nadie desea que empiece un proceso de destitución del presidente, pero defenderlo ya es imposible», dijo el senador. Todas las investigaciones que están en marcha convergerán tarde o temprano en la pregunta de hasta qué punto el mandatario estaba informado de las corruptelas de sus subordinados. A pesar de que ahora se ha abierto la caja de los truenos, la primera acusación de corrupción dentro del nuevo Gobierno del Partido de los Trabajadores (PT) se produjo al año de la llegada de Lula al poder, cuando se supo que el subjefe de Asuntos Parlamentarios, Waldomiro Diniz, pedía dinero a empresarios del juego y las loterías de Río de Janeiro a cambio de favorecerlos en licitaciones. Uno de estos empresarios hizo público entonces un vídeo grabado en el 2002 donde Diniz ya le pedía dinero para financiar la campaña del PT. Sobresueldos El caso de las loterías es uno de tantos que investiga una comisión creada a raíz de las denuncias de Roberto Jefferson, presidente del Partido Trabalhista Brasileiro (PTB), aliado del Gobierno. Jefferson ya es conocido como el «hombre-bomba», por haber tirado de la manta explicando que el jefe de gabinete de Lula, José Dirceu, dirigía una red que sobornaba con sobresueldos de 12.000 dólares -el mensalão - a diputados de otros partidos progubernamentales. Lula se vio obligado a aceptar la renuncia de Dirceu, su mano derecha. La visceral reacción de Jefferson se debió a que su nombre apareció citado en un vídeo divulgado por una revista, donde se veía al director de compras de la empresa estatal de Correos cobrando 1.200 dólares de varios empresarios. Paralelamente, apareció en escena Marcos Valério, publicista y empresario cercano a los círculos de poder. Jefferson acusó a Valério de ser el cerebro, junto con Dirceu, de una trama de financiación ilegal del PT, con la participación de la cúpula de la formación política. Como consecuencia, también se vieron obligados a dimitir José Genoino, Silvio Pereira y Delubio Soares, presidente, secretario general y tesorero del PT, respectivamente. Lula recibía otro golpe, al quedar descabezado su partido. Los nombres se entrecruzan en numerosos escándalos, como en el caso de la cuenta de publicidad de Correos, que casualmente era gestionada por la empresa de Valério. Y precisamente por la vía del patrocinio de Correos, la trama salpica también al Foro Social de Porto Alegre, cuyos organizadores recibieron 170.000 dólares y otros 50.000 dólares para montar una exposición en la India. También se mezclan las traiciones, como la cometida contra Valdemar Costa, presidente del Partido Liberal (también aliado del Gobierno), por su ex mujer, que lo acusa de recibir dos millones de dólares de empresarios taiwaneses para financiar la campaña de Lula. O la traición de la ex secretaria de Valério, Karina Somaggio, que acusó a su antiguo jefe ante la comisión parlamentaria, y ahora se ha hecho tan popular que incluso pretende postularse como diputada. Tras el presidente Pero el trofeo más codiciado sigue siendo Lula, a quien todavía no se ha conseguido vincular directamente. Lo intentan. Varias publicaciones ya indagan a uno de sus hijos, Fabio Luis Inácio Lula da Silva, biólogo de 30 años, que ha pasado de ganarse la vida dando clases a tener una empresa de videojuegos de dos millones de dólares. La revista Veja lo llamó «el negoción de Lulita».

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