Psicólogos al pie del andén
Varias organizaciones ofrecen sus servicios de acompañamiento a los viajeros que necesiten ayuda psicológica para superar su miedo y desconfianza tras los atentados
Los llaman «travel buddies», acompañantes de viaje. Son asistentes sociales cuyo objetivo es el de restablecer la seguridad y la confianza de los viajeros que se han visto afectados tras los atentados del 7-J y los intentos frus-trados del 21-J en la capital británica. Son tres las organizaciones que ofrecen este servicio tanto a los viajeros que se vieron afectados de la manera directa por lo atentados del pasado mes como al público en general que se ha visto afectado psicológicamente por lo ce sucedido. Estas organizaciones son Family Assistance Centre, Victim Su-pport y los Samaritanos, pero en el programa, que esta com-puesto por unos 40 asistentes sociales especiales, también colaboran el ayuntamiento de Westminster, el ministerio de sanidad, la policía Metropoli-tana, Transport of London y Cruse Bereavement. Método de trabajo El centro coordinador en Londres ha recibido más de 700 llamadas desde los aten-tados del 7-J pidiendo ayuda y se ha entrevistado a casi 300 personas, además de las familias de aquellos que fueron asesinados o heridos en los atentados del 7-J; los objetivos y la manera de trabajo es semejante a los servicios que se establecieron tras el 11-S en Nueva York. «La manera en la que trabajamos es muy sencilla», explica el asistente social Fergus Stapley. «Cuando recibimos una llamada la valoramos por gravedad de efecto psicológico causado por los atentados y si vemos que es necesario le asignamos un acompañante, un asistente social que acompañe a esa persona en parte o durante todo el recorrido que realiza en las líneas del metro». «No existe una fórmula mágica de ayuda a las personas que sufren pos trauma psicológico, la mejor terapia de ayuda es que se desahoguen con-tando su experiencia, lo que vivieron, cómo lo vivieron, la solución a situaciones como esta es comunicación». Contra el silencio Desde el 7 de julio, pero sobre todo desde el 21 de julio, los usuarios del metro de Londres viajan sumidos en un denso silencio. Si con anterioridad ese silencio era motivado por la frialdad en las relaciones humanas típicas de los viajeros de medios públicos, desde el 21 de julio lo hacen arropados en la descon-fianza y el miedo. Los londinenses pretenden escon-derse tras sus periódicos sábana o sus libros densos y maltrechos, pero nada evita que de reojo estén controlando quien se sienta a su lado, quien acaba de entrar en la estación o sencillamente qué ropa o qué bolsa lleva cada acompañante del vagón.