«No perdono a mi padre sus caricias cuando volvía de matar»

Ana Rita Pretti se enteró hace veinte años de que su padre, Valentín Milton Pretti, había sido un torturador durante la dictadura militar. Desde entonces, reniega de su apellido paterno, por eso en marzo pasado inició los trámites judiciales para poder utilizar sólo el apellido de su madre, Juana Vagliati. Su padre, fallecido el pasado 11 de abril, a los 68 años, era comisario de la policía de la provincia de Buenos Aires y fue denunciado como responsable de un centro clandestino de detención de Buenos Aires. Se benefició del perdón de la Ley de Obediencia Debida y murió el pasado abril. Prácticamente no lo vio en un año, desde mayo del 2004. Ana Rita, de 33 años, cuenta que su madre fallecida «siempre tuvo miedo y a veces dejaba de comer, de bañarse, pasaba el día acostada y de noche se levantaba a rezar». «Lo que más me atormentaba era cuando relataba con detalle cómo había matado. No sé si me lo contaba para hacerme su cómplice, para que lo denunciará o para que lo disculpará», recuerda. Ana Rita no duda en mostrar su dolor de hija: «No puedo perdonarle que después de torturar y matar, al volver a casa, nos haya tocado a mí y a mis hermanos, nos haya aupado o nos haya acariciado». Recuerdos imborrables Hay otro momento que jamás olvidará. «Mi padre me contó que fueron a hacer un operativo a Villa España, (un asentamiento de chabolas), para buscar a una guerrillera del Ejército Revolucionario del Pueblo. Cuando entraron a la casa, la mujer tomó una pastilla de cianuro y le disparó a su hijo con la intención de matarlo para que no se lo llevaran. El pequeño quedó herido y entonces mi padre les ordenó a sus subordinados que lo sacrificaran. Como nadie se atrevió, lo hizo él mismo, le disparó para rematarlo». En los archivos del juicio a los militares, Pretti es mencionado por varios de sus torturados como un «sanguinario».