| Crónica | Kissufim, localidad israelí |
El último pueblo israelí fronterizo vive la retirada Fin de 38 años de ocupación
Entre el miedo y la necesidad de la paz. Así vive estos días esta población que linda con la franja fronteriza de Gaza donde ayer comenzó la retirada de los 21 asentamientos judíos
«Tendremos más miedo de los misiles y de los ataques suicidas, pero entendemos que la retirada de las colonias es necesaria para la paz». Éste es el sentir general de la mayoría de habitantes de Kissufim, el último pueblo israelí antes de la frontera con la franja de Gaza. Los casi 300 habitantes de este apacible kibbutz (explotación agrícola) se instalaron en 1950, antes de que en Gaza hubiera la menor presencia israelí. Tras la guerra de 1967 vieron llegar a los colonos y a partir de esta semana los verán marcharse. La mayoría de los habitantes del kibbutz proceden de familias judías de Estados Unidos y América Latina y se dejaron seducir hace algunas décadas por un estilo de vida comunitaria «donde se da todo lo que se tiene y se recibe lo que se necesita». Su visión de Israel es opuesta a la de los colonos religiosos instalados en los 21 asentamientos de Gaza que se niegan a abandonar sus casas a partir del 17 de agosto. «Ésta no es la tierra de Israel, es la tierra de todos los que nacieron en ella. El concepto de la Biblia ya no es válido. Si la ocupamos, la tenemos que devolver porque obramos mal», afirma Hana Feuer, argentina de 70 años que llegó de Buenos Aires con su marido, Ignacio, hace 30. Hace algunos años, una granada palestina mató a uno de sus hijos cuando llegaba al kibbutz en automóvil, pero con el tiempo supieron enterrar el odio. «Dos veces al año nos reunimos con padres palestinos que han vivido la misma tragedia que nosotros. Cada uno llora por lo que perdió. No vemos ni a judíos ni a árabes, sino a gente que sufre», afirman. Un Hamás particular Desde este kibbutz, los colonos son vistos como «locos envenenados de amargura» a los que hay que evacuar «a patadas si es necesario». «Son nuestro Hamás (movimiento islámico de resistencia palestina) particular. Con ellos nunca podremos llegar a un acuerdo de paz. Nuestros extremistas no son mejores que los extremistas árabes. Son todos iguales», critica Freddy Sverdlov, chileno de 65 años, nacido en Valparaíso en una familia de judíos rusos y residente en Kissufim desde 1982. A partir del 17 de agosto Israel devolverá a los palestinos los territorios de la franja de Gaza ocupados en 1967 y obligará a salir de esta región pobre, superpoblada y aislada del mundo, a unos 8.000 colonos, en una decisión histórica que dividió profundamente a la población. En total, Israel desmantelará 21 colonias creadas desde hace más de 30 años en este pequeño territorio bañado por el Mediterráneo, de 360 kilómetros cuadrados, en el que se 'hacinan' 1,4 millones de palestinos. La mayoría son refugiados y para ellos esta retirada es el primer paso en sus aspiraciones de paz y de creación de un Estado palestino. Para Israel, salir de Gaza marca un punto y aparte en su historia y corta de cuajo con la política llevada a cabo por sus últimos gobiernos, fueran de izquierda o de derecha. Decisión «dolorosa» Según el primer ministro Ariel Sharón, que la calificó como la decisión «más dolorosa» de su vida, salir de Gaza responde a razones de seguridad ya que en medio de este ciclo de violencia sin límites, seguir manteniendo a 8.000 colonos entre 1,4 millones de palestinos, dejó de valer la pena. En verdad, la retirada de Gaza responde también a la presión internacional, sobre todo de la ONU, Estados Unidos, la Unión Europea y Rusia, llamados el Cuarteto para la paz en Oriente Medio. Junto a los colonos de Gaza, el Ejecutivo israelí evacuará a los alrededor de 500 habitantes de cuatro asentamientos del norte de Cisjordania.