Las víctimas de «Katrina» aún no han recibido ayuda federal
Ya no se matan por una bolsa de hielo o un plato de comida, pero eso es prácticamente todo lo que han conseguido los damnificados por el huracán Katrina . La ayuda federal sigue sin llegar, ralentizada por la burocracia, y hasta los funcionarios admiten que no podrán cumplir la promesa que hizo el jueves el presidente, George W. Bush, de hospedar a todas las víctimas en casas móviles para mediados de octubre. Algunas situaciones son tan ridículas que parecen de chiste. Los médicos de un barco mexicano cargado de especialistas y medicamentos que atracó en Biloxi (Misisipi) acabaron limpiando el césped porque las autoridades locales no les permitían ejercer su trabajo, al considerar que sus titulaciones no eran válidas en EE.UU. En esta misma ciudad, Zona Cero donde el monstruoso huracán tocó tierra, una portavoz de la Cruz Roja Americana confesó que la Policía no les permite establecer centros de ayuda «porque las colas que se forman bloquean el tráfico». En una región donde las casas han desaparecido, literalmente, de la faz de la tierra, Fema, el departamento federal para emergencias, recomienda que la gente se registre a través de Internet porque las líneas de teléfono están saturadas. La línea gratuita que dio el presidente está permanentemente ocupada por escasez de operadores, y lo mismo ocurre con la de Cruz Roja Americana. Las oficinas de asistencia se instalan en colegios, aparcamientos o centros sociales, pero su existencia es tan efímera que «para cuando llego la han trasladado a otro sitio», se quejaba el viernes Valentina Cardillo. La Cruz Roja Americana confirma que las autoridades les han obligado a cerrar los centros instalados en colegios, dándole tantos problemas que en ciudades como Biloxi han renunciado a tener sede alguna. Caos burocrático En Nueva Orleáns, la burocracia no es mejor. Los cadáveres que aparecen al bajar el agua se quedan tirados en la calle durante días porque nadie tiene autoridad para levantarlos, y los pocos que la tienen están demasiado ocupados. La única esperanza a la que se aferran ahora los miles de damnificados por el hurracán Katrina es que la iniciativa privada, a golpe de chequera y sin burocracia, encienda el motor de la resurrección de su ciudad, una ciudad abnegada por el agua y los burócratas.