Al menos 24 muertos al incendiarse un autobús que evacuaba a ancianos

El esqueleto de un autobús calcinado, en una autopista tupida de coches casi inmóviles, era ayer, viernes, la imagen de la tragedia que ha representado el éxodo texano en vísperas de la llegada del huracán Rita. Los ancianos más desvalidos volvían a ser las primeras víctimas, antes incluso de que el fenómeno descargase su furia en tierra. Los 24 muertos de ese autobús de frenos recalentados y neumáticos reventados, tras 15 frustrantes horas camino a Dallas, eran los últimos del geriátrico Brigthon Garden. Aquéllos a los que ningún familiar había ido a recoger. «Intentábamos hacer lo correcto», se lamentó Cindy Fieg, alcaldesa de la localidad de Bellair, de donde habían sido evacuados. Todo empezó por una rueda, y en teoría hubo tiempo para que abandonaran el autobús, de haber sabido que las llamas se multiplicarían rápidamente al explotar las bombonas de oxígeno que portaban algunos en una macabra traca final. A los ancianos, algunos de ellos incapacitados y todos de avanzada edad, les costaba moverse. El conductor del autobús hizo de héroe y sacó a algunos -nueve han sido ingresados en un hospital de Dallas y otros doce salieron casi ilesos- pero tras las explosiones las llamas envolvieron el vehículo y fue imposible volver a entrar. Para cuando llegaron los bomberos ardía como una pira mortuoria.