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| Crónica | El peso de una promesa |

Miller y el precio de la confidencialidad

La periodista norteamericana encarcelada por negarse a revelar sus fuentes sale en libertad tras aceptar testificar

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colpisa | washington

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Judith Miller, la periodista del diario The New York Times encarcelada por negarse a revelar sus fuentes, fue liberada el jueves tras aceptar testificar en una investigación federal sobre la filtración del nombre de una agente secreta de la CIA, informó este ayer el periódico. Miller, quien pasó 12 semanas en una prisión cerca de Washington, testificará debido a que Lewis Libby, jefe del gabinete del vicepresidente Dick Chaney, decidió renunciar a la confidencialidad. «Es bueno estar libre», dijo Miller en un comunicado difundido por su periódico. «Fui a la cárcel -añade- para preservar el largamente honrado principio de que un periodista debe respetar la promesa de no revelar la identidad de una fuente confidencial. Yo escogí asumir las consecuencias -85 días en prisión- más que violar esa promesa. Hoy dejo la prisión porque mi fuente me liberó voluntaria y personalmente de mi promesa de confidencialidad sobre nuestras conversaciones relativas al asunto Wilson-Plame», indicó en referencia a la filtración de la identidad de la agente secreta Valerie Plame, cuyo esposo, el ex embajador Joseph Wilson, acusó a la Casa Blanca de manipular la información sobre armas de destrucción masiva en Irak para justificar la guerra. El pasado 6 de julio, un juez de Washington ordenó la encarcelación de Miller por haberse negado a revelar a un fiscal sus fuentes respecto a la filtración de información sobre el nombre de una agente de la CIA, aunque la periodista nunca publicó el artículo. El periodista Matthew Cooper, de la revista Time , evitó la cárcel gracias a que su fuente, Karl Rove, principal asesor del presidente George W. Bush, reconoció que lo era. 1397124194 Armas de destrucción masiva Judith Miller, que trabaja en The New York Times desde 1977, es una reportera aguerrida especializada en temas de seguridad nacional y en Oriente Próximo, muy controvertida por su cobertura del tema de las armas de destrucción masiva en Irak. En 1986 fue corresponsal en París, pero regresó a Washington al año siguiente y en octubre de 1990 se convirtió en corresponsal especial durante la Guerra del Golfo. Recibió el premio Pulitzer en el 2002 por una serie de artículos sobre Osama bin Laden, con un pequeño equipo de colegas del diario. Su nombre, sin embargo, comenzó a ser ampliamente citado cuando el diario para el que trabaja fue criticado por su cobertura de los argumentos oficiales estadounidenses -las armas de destrucción masiva- para desencadenar la guerra en Irak en el 2003. En mayo de 2004 el diario entonó un mea culpa por la falta de rigor con la que abordó la realidad de esos argumentos, reconociendo haberse engañado por las falsas informaciones suministradas por exiliados iraquíes Pero no cuestionó a su reportera.