| Perfil | Mohamed ElBaradei |
El hombre que dijo no a Bush Un premio que levanta ampollas
«Vi el anuncio del premio por la televisión, junto a mi esposa. Como nadie había llamado creí que la Agencia no sería premiada. Luego escuché su nombre y el mío en noruego. Pegué un salto y besé a mi mujer», contó nervioso Mohamed ElBaradei minutos después de conocer el fallo del jurado. «Es una inyección de vitamina». Sorprendido, pero no tanto. Nacido en 1942 en Egipto, casado y con dos hijos, este diplomático de carrera dio el salto internacional el día que aterrizó en Nueva York tras estudiar en la Universidad de El Cairo. Fue en Estados Unidos donde comenzó a dar muestras de su lucidez, quizás gracias a la herencia intelectual de su padre, un importante legislador egipcio, al alcanzar el doctorado en Derecho Internacional en Nueva York en 1964. Ese mismo año inició su carrera en la sede central de las Naciones Unidas y luego en la de Ginebra. En 1984 entró a la AIEA en Viena, donde fue primero asesor (1987-1991) y luego director del servicio jurídico. ElBaradei es autor de informes sobre el control de las armas nucleares, su no proliferación y las posibilidades de la utilización pacífica de la energía atómica, además de erigirse como especialista en legislación internacional, especialmente en los ámbitos de la paz y la seguridad, dentro de la ONU. En febrero del 2003, durante la crisis diplomática antes de la intervención norteamericana en Irak, fue el primer director de la AIEA que visitó ese país desde el comienzo, en 1991, de las inspecciones de la ONU para desarmar al régimen de Saddam Hussein. En esos momentos afirmó que no había pruebas de que Irak desarrollase un programa de armas nucleares, desatando el enfado del gobierno de George W. Bush, que se lanzó de todas formas a la guerra, aunque, finalmente, Estados Unidos y Londres tuvieron que reconocer que no se habían encontrado armas de destrucción masiva. La decisión ha levantado críticas desde algunos sectores japoneses, convencidos de que el premio debería haber recaído en las víctimas del magnicidio. Y no fue así «para no herir la conciencia de los estadounidenses y no ofenderles», tal y como opina el militante antinuclear japonés Senji Yamaguchi, de 75 años, superviviente de Nagasaki. El mismo presidente del comité noruego del Nobel, Danbolt Mjós, se vio obligado a salir al paso y asegurar que la designación no se refería a ningún estado en concreto sino que implicaba un «desafío» hacia todos los dirigentes mundiales. También Greenpeace lamentó la decisión de premiar «una organización que promueve la energía atómica» con fines civiles aunque reconoció la labor de El Baradei en Oriente Medio.