Diario de León

«Cada vez quedan menos víveres»

La religiosa berciana Obdulina Fernández lleva casi treinta años de su vida dedicados a las gentes de una de las provincias de Guatemala que ha sido devastada por el huracán La provinci

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Olga Suárez - león
León

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«He sido testigo de todo tipo de catástrofes; primero llegó el terremoto, luego la guerra; el «Mitch» fue solamente una señal, nada que ver con lo que se nos ha echado encima ahora». Obdulina Fernández nació en Santa Cruz del Sil. Pero en 1976 cambió las tierras bercianas por las guatemaltecas, en nombre de las Hijas de Jesús, congregación religiosa que se creó en Barcelona y que actualmente tiene su sede social en Madrid. Pero a Obdulina no le tiembla la voz cuando habla de lo que está viviendo. Tiene un centenar de ejemplos para dibujar con su voz las catástrofes que ve desde que el pasado lunes llegaran las lluvias a la otra parte del mundo. La berciana forma una pequeña comunidad religiosa con tres monjas más: Claudia Josefa Cubillos, que nació en un pueblecito cerca de Aro (La Rioja) y que lleva ya 45 años en el país, una mexicana y una guatemalteca. Viven en Coatepoque, uno de las provincias de Guatemala, situada en la costa sur de occidente, junto al Pacífico. El lunes empezó a llover intensamente. Algo les habían alertado, pero en ningún caso lo que estaba por llegar. «Decían que era un huracán pero que iba a desembocar en tormenta tropical». Pero no fue así. El agua llegó y arrasó. Se llevó por delante las aldeas de más de 11.600 habitantes de Coatepoque. «Pero si esto ha ocurrido aquí, imagínate lo que ha pasado en cada uno de los 22 departamentos (provincias) que tiene Guatemala». Ellas tuvieron suerte; la aldea donde habitan está situada en un cerro, donde el agua tuvo clemencia. Y tuvieron que ponerse a trabajar de nuevo; como cada uno de los días de los casi treinta años que lleva luchando por un poco más de humanidad, se pusieron manos a la obra en la zona que había quedado arrasada y, sobre todo, con todas las personas que habían quedado sin nada. «Tenemos a los damnificados repartidos por albergues a lo largo de toda la provincia. Y lo peor está no ha llegado, porque cada vez quedan menos víveres». Lo que está por llegar Ayer fue el primer día sin lluvia. El lunes pasado llegó el agua. Entre medias, una larga semana tratando de encontrar la mejor manera de empezar de nuevo. «Hasta el jueves hemos estado incomunicadas. Cuatro días muy duros, porque no podíamos ni siquiera avisar de que estábamos vivas». Obdulina también tiene palabras para la esperanza. Cuenta que en la provincia de Coatepoque se encuentran efectivos de la Asociación española Médicos sin Fronteras y también de la Cruz Roja: «Y los Medios del país también están haciendo lo que pueden, el problema es que hemos estado muchos días aislados, con agua por todas partes». En este tiempo se ha ido agotando la comida, y el agua potable quedó también anegada por la riada. «También estamos preocupadas porque pueda llegar alguna una epidemia, pues mucha gente ha estado días enteros con agua hasta la cintura, bebiendo agua contaminada, sin comer...». Y la voz sigue sin temblarle. Antes de la catástrofe, las Hijas de San José trabajaban principalmente con el área rural, potenciando la educación y llevando a los lugares más remotos nuevas alternativas al desarrollo. Y aunque la berciana reconoce que «de por sí, el rostro guatemalteco es triste», la labor de estas cuatro religiosas era visible en las tierras de Coatepoque. Muchos campesinos trataron de salvar sus pertenencias de la lluvia torrencial; temían por sus cerdos, sus casas, sus pertenencias... sin darse cuenta que en el intento de salvarlas se iban ellos mismos: «Los niños dicen que el mar entró en sus casas». Y así fue. Se llevó por delante a miles de muertos, incontables. Obdulina no le hace caso a las cifras: «No sabemos cuántos cuerpos se ha llevado consigo el mar, esos nunca se podrán contar». Por eso, mientras habla con sus familiares pide ayuda a su pueblo, a su provincia, a su país, con la que poder continuar con su tarea.

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