Diario de León

Saqueos en Muzafarabad, capital de la Cachemira paquistaní, ante la escasez de ayuda oficial

Pakistán se queda sin una generación

Los equipos de rescate lograron sacar a un joven vivo de un edificio que se cayó en Islamabad

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agencias | islamabad
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Angustiados por la desesperación, el aislamiento, la falta de agua, alimentos y medicinas, cientos de miles de damnificados esperan en las montañas aisladas del noreste de Pakistán la llegada de ayuda, dos días después del violento seísmo, que ya se calcula ha podido costar la vida a 40.000 personas, aunque el Gobierno de Islamabad sigue hablando de 20.000 víctimas. «Toda una generación se ha perdido en las zonas más afectadas. La mayoría de las víctimas son escolares», lamentó el general Shaukat Sultán, portavoz de las Fuerzas Armadas. Unicef calcula que uno de cada cinco personas que viven en la Cachemira paquistaní y la vecina provincia de North West Frontier -las zonas más afectadas- son menores. Rabia en Muzafarabad La impaciencia de los damnificados se trasformó ayer en rabia en la devastada Muzafarabad, la capital de la Cachemira paquistaní. Los supervivientes asaltaron literalmente los camiones militares que llegaron con ayuda, ante la mirada impotente de los soldados, y en pocos minutos desaparecieron los alimentos, tiendas de campaña, mantas y medicamentos. En el centro de la ciudad, al-gunos almacenes abandonados fueron saqueados, al igual que las gasolineras, en busca de petróleo para encender hogueras y poder cocinar los pocos alimentos de que se dispone. «¿Dónde está el Gobierno? Nadie ha venido y las personas están muriendo de hambre», se lamentó uno de los supervi-vientes, Akram Shah. En Balakot cientos de heridos llevan más de un día tumbados en pequeñas camas de madera tallada, típicas de la zona, junto a sus familiares. El caos se desencadena cuando dos helicópteros del Ejército paquistaní con equipos de socorro franceses sobrevuelan la ciudad y aterrizan. En las miradas de algunos se nota la esperanza de contar con material de socorros. En las de otros, la angustia ante la posibilidad de no lograrlo. No obstante, la reapertura ayer por la tarde de dos de las principales carreteras de Cachemira, «debe mejorar considerablemente el transporte de las ayudas a Muzafarabad y Balako», dijo el general Sultán. También en la Cachemira india, concretamente en Uri, la ayuda no está llegado. Hombres y mujeres con cara de agotamiento y suciedad por todas partes, se han agrupado durante el día de ayer en la carretera principal para obligar a parar a todos los vehículos y hacer escuchar sus protestas por la falta de ayuda. Muchos han recorrido distancias de kilómetros por un terreno escarpado y montañoso para exigir a las autoridades indias y al Ejército que envíen material de primera necesidad a sus remotos pueblos. Mientras, en una carrera contrarreloj los servicios de emergencia seguían buscando desesperadamente a supervivientes, aunque ya hay pocas esperanzas de encontrar a personas vivas bajo los escombros, dos días después del terremoto de magnitud 7,6. Para algunos afortunados, la ayuda llegó a tiempo. En medio de los gritos de alegría de los socorristas, un hombre de unos veinte años pudo ser rescatado el domingo, tras 36 horas bajo los escombros de las Torres Margalla, donde se cree que esta el empresario español desaparecido. Pero de él no hay, por el momento, ni una sóla noticia.

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