Diario de León

Las lluvias y el granizo dificultan aún más el reparto de alimentos a los damnificados del seísmo

La ayuda avanza lenta en Pakistán entre críticas y riesgo de epidemias

Las oenegés locales denuncian la carencia de recursos y materiales y la mala distribución

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Javier Martín - muzafarabad
León

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Las lluvias que han comenzado a caer con intensidad en la Cachemira paquistaní dificultan aún más el trabajo de los equipos de rescate, que afrontan una tarea titánica de la que el mayor riesgo ahora es la propagación de epidemias. La situación es extremadamente grave en la región de Muzafarabad, donde están todavía sepultados la mayoría de las más de 50.000 víctimas mortales, según cálculos no oficiales, causadas por el fuerte terremoto que sacudió el norte de Pakistán el pasado sábado. En la capital de la Cachemira paquistaní, donde ayer granizaba con intensidad, el traslado de los heridos y el reparto de agua, mantas y alimentos, así como el levantamiento de campos de refugiados, eran las únicas preocupaciones. Apenas había tiempo ni material suficiente para comenzar a desenterrar a las miles de víctimas mortales, aunque algunas personas todavía se afanaban en escarbar con las manos entre los cascotes en busca de sus allegados. Además, la lluvia y el granizo obligó a los pocos equipos de rescate que han podido llegar ya a este agreste área a detener sus máquinas durante prácticamente toda la mañana. Cuando al caer la tarde, la tormenta amainó, el hedor de los cientos de miles de cadáveres se apoderó de una ciudad que parece más de muertos que de vivos. «Tenemos dos grandes problemas: uno, la carencia de recursos y materiales, y dos la distribución de esa ayuda. Han pasado más de cuatro días y el Gobierno ha hecho muy poco», se quejaba Asif Yacub, responsable de la organización humanitaria paquistaní Wassed Helped Hands. La misma crítica expresaba el parlamentario Matlub In-Kalabani, quien hacía un llamamiento desesperado al Ejecutivo y a la comunidad internacional. «Necesitamos tiendas y comida, mantas, medicinas, helicópteros. La gente está en unas condiciones deplorables. ¿Dónde está la ayuda?», se preguntaba. La ayuda llega, aunque a cuentagotas, en helicóptero o a través de la carretera, aún llena de obstáculos y peligrosa por el riesgo constante de desprendimientos. «Estamos aquí desde el domingo, pero es muy difícil trabajar. El lunes conseguimos rescatar a una personas viva», explicó Kiubanch Atilgan, bom-bero del Ejército turco. En otras zonas, se afanaban con el mismo ahínco e igual ánimo equipos de rescate rusos, alemanes, británicos e incluso miembros del ilegali-zado grupo extremista islámico Yascar e-Taiba, sin una aparente coordinación y una sensación constante de caos. Los cadáveres atrapados desde hace más de cuatro días se comienzan a descomponer, hecho que unido a la escasez de medicinas, agua y alimentos, amenaza con propalar epidemias. La Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió ayer de que si no se soluciona el saneamiento del agua, «seremos testigos de serios problemas de salud». De momento, no se ha localizado a un empresario español que iba a pasar la noche en su apartamento del edificio del complejo Margalla, donde residía de forma intermitente y eso pese a que dos mujeres fueron rescatadas ayer con vida de los escombros del edificio, tres dias despues del terremoto de in-tensidad 7,6 que lo destruyo por completo. Se trata de una mujer de 75 aós y su hija de 55. Ambas se recuperan en un hospital.

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