Europa, debilitada
BASTA CON ECHAR una mirada al mapa geoeconómico mundial, que también es geopolítico, para darse cuenta de que las tensiones territoriales del siglo XXI no van a tener mucho que ver con las heredadas del siglo XX. En la escena actual, el coloso norteamericano está reforzando su posición directiva y controladora de los flujos económicos mundiales. Allí reside la oficina central de lo que llamamos globalización. Al otro lado, al este de nosotros o más al oeste de ellos, según se quiera, un nuevo gigante geoeconómico está emergiendo en torno al sistema Japón-Sureste asiático-China. Entre ellos, y cada vez más dependiente, queda la UE. Su peso cuantitativo en los grandes espacios económicos mundiales se reduce cada vez más. En esa posición subordinada, el proyecto europeo presenta un diagnóstico preocupante. La identidad europea se tambalea con la llegada masiva de inmigrantes que están dando lugar a un creciente conflicto interétnico e intercultural. La propuesta de anexión turca es otro conflicto latente: tras su incorporación, la religión más practicada en la nueva Europa será la musulmana, lo cual afecta directamente a la identidad de nuestra cultura. Desde el punto de vista político, la falta de cohesión y de propuestas unificadoras es latente, tanto como el exceso burocrático y tecnocrático y el déficit democrático de las instituciones comunitarias. Tampoco Europa es ya el centro de la innovación y la creatividad mundiales, ni en ideas, ni en tecnología, ni en estrategias organizativas. Sus corporaciones económicas dependen demasiado de los otros dos bloques, como proveedores y como mercados, para poder adoptar medidas arriesgadas. El modelo de crecimiento económico y el estado del bienestar tienen sus más y sus menos. Y una Europa así, rota por los fanatismos religiosos, por los nacionalismos egoístas, con sus valores y sus principios devaluados, no es el mejor escenario para competir con los otros dos. Y no olvidemos que es en ese mismo escenario económico y político donde España y cada una de sus autonomías debe posicionarse. Algunas empresas como Zara ya lo sabe hace tiempo. Y los demás líderes económicos y empresariales del país ¿lo saben también?