La crisis de los valores europeos
EUROPA ADOLECE de una profunda crisis de valores, vive disociada entre lo que es y lo que dice ser. Su escisión no se debe a dificutades de tran-sición hacia un nuevo modelo existencial. No es la voluntad multicul-turalista, ni el esfuerzo de integración de pluralidades nacionales ampliadas lo que ocasiona sus problemas. Es más sencillo; como apunta el historiador Jacques Barzun, pa-dece un proceso de decadencia de valores. Lo que fuera sueño de la razón ilustrada se está convirtiendo en hipócrita pugna por una nueva hegemonía de particularismos inconfesables. El fracaso del proyecto de Constitución es el síntoma más representativo de sus retrocesos. Se ha convertido en un foro de conveniencia económica y monetaria, que ni respeta sus propias reglas, como demues-tran los avatares del Plan de Estabilidad. Su viejo orgullo de ser patria de la libertad, el pluralismo, la solidaridad, el humanismo, el saber desinteresado y la genui-na creación cultural, ha cedido a la tentación corporativista, a los nacionalismos encubiertos y a enfangarse en las pugnas entre élites del poder, tanto políticas como económicas, manifiestas o encubiertas. Las otrora grandes motores no se reproducen humana-mente, viven en el crepúsculo del envejecimiento; no se apre-cia confianza moral, afectiva y social entre pueblos, sexos y generaciones. Se cuestiona la cohesión territorial porque cada grupo desea su base fiscal para el propio bienestar. Y se habla de apertura mul-ticultural solo por miedo a la peligrosa formación de guetos organizados de inmigrantes. Pero no hay voluntad de co-hesión con principios inso-bornables. Se ha impuesto el relativismo: ni las personas, ni la verdad, ni las leyes, ni los bienes más evidentes gozan de la consideración de valores absolutos. Progresa el nihilismo prác-tico revestido de vanidad pos-moderna. No hay políticos de fuste que se arriesguen por la verdad histórica, ni intelectua-les fiables para una juventud y una sociedad manipuladas por los nuevos señores de las conciencias. Aún no se atisba la salida del túnel; los más lúcidos tendrán que asumir de nuevo el vértigo de comprometerse por una hermosa causa de incierto futuro.