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El fiscal especial da los últimos retoques a un proceso criminal que ha durado dos años

El gran jurado estrecha el cerco a la Casa Blanca por el «Planegate»

El vicepresidente Cheney y su equipo son sospechosos de poner en peligro la vida de una espía

El vicepresidente Dick Cheney posa ante los fotógrafos en el Despacho Oval

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Óscar Santamaría - corresponsal | nueva york
León

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La Casa Blanca sigue con nerviosismo y ansiedad el desenlace de la investigación sobre la filtración que reveló la identidad de una agente secreta de la CIA. Después de dos años, la cuenta atrás ha comenzado y todas las miradas están puestas en Karl Rove, principal asesor político de George W. Bush y Lewis Scott Libby, jefe de gabinete del todopoderoso vicepresidente Dick Cheney, cuyo nombre también suena como uno de los protagonistas estelares de lo que ya es todo un culebrón televisivo. En el reparto figura por méritos propios el fiscal especial Patrick Fitzgerald, quien deberá anunciar en los próximas horas si cierra el caso o presenta acusaciones formales contra alguno de los miembros del círculo más íntimo del presidente, de donde todo parece indicar que salió el soplo. Fitzgerald -al que las cámaras de televisión siguen en cada uno de sus movimientos- se reunió ayer durante tres horas con el gran jurado que investiga el asunto y cuyo mandato termina mañana, aunque se podría extender si para esa fecha aún no hay conclusiones en firme, lo que es poco probable. Agentes del FBI adscritos al sumario están llevando a cabo entrevistas de último minuto -incluso a varios vecinos de Plame- para verificar algunas informaciones y atar cabos sueltos. Por su parte, el equipo de abogados de la Casa Blanca espera que el fiscal se pronuncie a tiempo y ya ultiman la defensa que deberían armar si Rove o Libby son acusados de revelar el nombre de Valerie Plame, lo que es un delito federal penado con la cárcel. También podrían ser acusados de obstrucción a la justicia y de testificar en falso. Algunos analistas creen que estos dos cargos menores son más fáciles de probar para el fiscal que el primero y principal. Bush, en entredicho Cheney parece de momento estar a salvo, a pesar de que el miércoles The New York Times publicara que fue él quien le dijo a Libby el nombre de la agente encubierta. Su jefe de gabinete había testificado que se había enterado de la identidad de Plame en sus posteriores contactos con periodistas. Mientras, el portavoz presidencial Soctt McClellan quiso quitar tensión a la situación, dando una imagen de normalidad. «Claro que estamos siguiendo las noticias pero todo el mundo (en la Casa Blanca) tiene mucho trabajo y nos centramos en las prioridades del pueblo». Y para muchos este asunto lo es. Un nuevo sondeo del USA Today y la CNN indicó que cuatro de cada 10 estadounidenses creen que gente cercana a Bush violó la ley en este caso.

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