Diario de León

| Análisis | La Unión y las cuentas |

Alemania se niega a tirar de la locomotora europea

Bruselas no podrá contar con generosas aportaciones de un país actualmente inmerso en buscar pactos sólidos para limitar el gasto y contener el descomunal déficit público

Merkel y Müntefering, que liderarán el Gobierno, ayer con Schröder

Merkel y Müntefering, que liderarán el Gobierno, ayer con Schröder

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Úrsula Moreno - corresponsal | berlín
León

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Europa no puede seguir viviendo por encima de sus posibilidades con una Alemania que siga pagando por ello. En esto coinciden el canciller saliente, el socialdemócrata Gerhard Schröder, y la demo-cristiana Angela Merkel, que el próximo 22 de noviembre, si el Bundestag (Parlamento) lo tiene a bien, se convertirá en la primera mujer canciller en la historia de Alemania. La economía teutona hace tiempo que no levanta cabeza, con un crecimiento en torno al 1% desde hace años, y una tasa de desempleo del 11,2%, que supera incluso la española. Así las cosas, Alemania mira estos días hacia dentro, en busca de soluciones para contener el desbocado déficit público, que este año y el siguiente volverá a rebasar el límite del 3% impuesto por Bruselas. El artífice del Pacto de Estabilidad y Crecimiento violará por cuarto año conse-cutivo uno de los pilares de Maastricht, incapaz de cerrar sus agujeros presupuestarios mientras sigue financiando un generosísimo sistema de pensiones, servicios sanita-rios y ayudas familiares, que ya desearían tener en el sur de Europa. Tiempos duros Alemania y Francia, las economías que tradicionalmente han tirado del tren comunitario, tienen suficientes averías en casa como para ocuparse además de la locomotora europea. Sobre todo Berlín, con un gobierno en ciernes, que estos días lanza una adverten-cia tras otra a la población: vendrán tiempos duros, habrá que apretarse aún más el cinturón. Los alemanes tendrán que trabajar más años, pero no verán subir sus salarios en un futuro cercano. Los 20 millones de jubilados también verán retroceder sus pensiones, congeladas hasta el 2008. Y los jóvenes saben que hablar de flexibilidad laboral conlleva inseguridad y precariedad. Tendrán menos dinero que gastar, si la subida del IVA y un incremento de las contribuciones a la seguridad social se hacen realidad. Los dos grandes partidos fuerzan la máquina estos días en busca de fórmulas de compromiso que les permitan gobernar conjuntamente los próximos cuatro años. Ya han hecho público que una de sus prioridades será reducir el déficit público para cumplir el Pacto de Estabilidad en el 2007. Esto requiere consolidar presupuestos en 35.000 millones de euros anuales, que se reflejarán sobre todo en recortes drásticos de subvenciones públicas, ayudas sociales y exenciones fiscales. El problema de la búsqueda del equilibrio presupuestario es que el alemán, cauteloso y ahorrador por naturaleza, gastará todavía menos. Y esto cuando el consumo interno es ya de por sí el talón de Aquiles de la economía germana, que depende exclusivamente de las exportaciones. Por otro lado, el alemán medio es consciente de que son necesarias esas reformas estructurales que aligeren el peso del Estado, con una población que envejece a marchas forzadas, sustentada por cada vez menos contribu-yentes. Ahora bien, el 18 de septiembre, cuando acudieron a las urnas, rechazaron el modelo neoliberal y optaron por el pacto social, obligando a Merkel, a consensuar reformas con los socialdemócratas de Schröder. Es lo que se deduce del empate postelectoral. Y en éstas están, tan centrados en poner freno al déficit público (¿dónde ahorrar antes de meter la tijera?), que no queda mucho espacio para pensar en el proyecto Europa. Aunque Ángela Merkel no se convertirá en adalid del eje París-Berlín-Moscú (cuyo brazo llegaba ahora hasta Madrid), y muy probablemente buscará aproximarse más a Londres y Washington, es improbable que imprima un giro de 180 grados a la política exterior germana. Para empezar porque al frente de la cartera de Exteriores estará una de las personas de mayor confianza de Schröder, Frank-Walter Steinmeier. El sucesor de Joschka Fischer está considerado uno de los cerebros de la era rojiverde que -aunque desde el anonimato- ha contribuido de forma decisiva a dotar a Alemania un papel protagonista en la escena internacional. Francia y Turquía La pragmática Merkel mantendrá buenas relaciones con Francia y se entenderá con Jacques Chirac, y tampoco provocará un cataclismo en las negociaciones con Turquía. Ya ha lanzado señales claras al primer ministro turco, Recep Tayip Erdogan, de que no bloqueará sus aspiraciones a entrar en la familia europea, que el mismo Schröder -uno de sus máximos defensores- ya ha puesto freno, consciente de los «reparos» que suscita en muchos ciudadanos europeos. Es probable pues que podamos hablar dentro de unos meses de continuidad en la política exterior germana. Ahora bien, Bruselas no podrá contar con aportaciones igual de generosas desde Berlín a las arcas comunitarias. La reforma estructural de papá Estado que puso en marcha Schröder con la Agenda 2010, un paquete de re-formas que pasa por recortar el generoso sistema de ayudas socia-les, está destinada a devolver la competitividad a Alemania en un mundo globalizado. Aunque hace unos días parecía un imposible, cada vez resulta más creíble que sea precisamente un Gobierno de gran coalición entre la derecha y la izquierda, el único capaz de sacar a Alemania del estancamiento y, sobre todo a devolverle cierto optimismo.

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