Bush defendió el viernes por la noche la inocencia de Lewis Libby por la ausencia de pruebas
El informe del fiscal no revela quién filtrólaidentidad de la agente de la CIA
Tras dos años de investigación, la fuente del periodista Rovert Novak sigue en el anonimato
El escándalo por la filtración de la identidad secreta de una agente de la CIA a los medios de comunicación seguirá levantando dolores de cabeza en Estados Unidos. Tras inculpar a uno de los sospechosos, el ex jefe de Gabinete del vicepresidente Cheney, I. Lewis Scooter Libby, la preparación de su defensa no se ha hecho esperar. Una repuesta inmediata y esperada, ya que en los corrillos de Washington se señalaba al colaborador del «numero dos» de la Casa Blanca como posible imputado en el caso. Por su parte, el presidente George W. Bush, habló el viernes por la noche para eloogiar al ex asesor de la Casa Blanca Lewis Scooter Libby y recordó que todo acusado de delitos por la Justicia es «inocente mientras no se pruebe lo contrario». «En nuestro sistema, cada individuo se presume inocente y tiene derecho a un debido proceso y un juicio justo», dijo Bush en una rápida alocución antes de partir para su retiada de fin de semana en Camp David. Pero a pesar de una investigación que ha durado dos años en torno a la polémica, el informe final no esclarece quién fue el autor del delito que desató la tormenta. La fuente del periodista Rovert Novak sigue en el anonimato y en libertad. La investigación vuelve a poner de manifiesto la mala relación entre la Casa Blanca y la CIA. El anhelado anuncio del fiscal del caso Patrick Fitzgerald no desveló ningún detalle sobre quién fue la persona que reveló la identidad secreta de Valerie Plame, cuyo nombre fue dado a conocer públicamente el 14 de julio de 2003 en la columna del periodista Robert Novak. Algunas voces relacionan esta falta de acusados con las mentiras y quimeras formuladas por los miembros de la Casa Blanca durante las indagaciones de Fitzgerald y su equipo. Las acusaciones de obstrucción a la justicia, falso testimonio y perjurio presentadas contra Libby han dejado cierto sabor amargo entre los seguidores del caso. A su vez, la decisión de Fitzgerald también ha sido acogida con cierto escepticismo entre algunos letrados que piensan que el asesor especial para el caso decidió centrarse en las pruebas más evidentes del caso para evitar una investigación exhaustiva de las altas esferas de la Casa Blanca. La tirantez entre la agencia y el Gobierno estadounidense se traslada a la Guerra del Golfo Pérsico de 1991. Por aquel entonces los agentes que trabajaban para George H. W. Bush, antes de alcanzar la presidencia, fallaron a la comunidad de los servicios de inteligencia ya que no pudieron determinar el alcance del programa nuclear de Sadam Husein. Dudas de la eficacia de la CIA Cuando muchos de los miembros de aquel mandato regresaron a la Casa Blanca con el actual presidente, trasladaron consigo las dudas sobre si la CIA podría ser eficaz para encontrar indicios del armamento nuclear de Sadam y sus posibles relaciones con grupos terroristas. Las tensiones empeoraron cuando la CIA dio el visto bueno para que el director encargado entre 1996 y 1999 de la búsqueda y captura de Ben Laden publicara su libro «Imperial Hubri: ¿por qué occidente esta perdiendo la guerra contra el terrorismo?», en el que criticaba abiertamente la invasión de Irak en marzo de 2003. No esta claro si las acusaciones contra Libby ayudarán a suavizar las relaciones entre la Casa Blanca y la CIA o, por el contrario, fomentará la crispación. En cualquier caso, muchos de los agentes involucrados con el Gobierno dejaron la agencia tras la sustitución de George Tenet como director de la CIA en julio de 2004.