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Putin acaba con la democracia

En seis años en el poder, el ex jefe de espías se ha desecho de todo aquel que quiso hacerle sombra, ha concentrado todo el poder en sus manos y ha minimizado la oposición interna y externa

Publicado por
Rosa Paíno - redacción
León

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En este año que termina, el antiguo jefe de la KGB Vladimir Putin ha seguido consolidando su poder en Rusia a costa de la democracia. El martes el último icono liberal del Kremlin, Andréi Illarionov, tuvo el coraje de enfrentarse al presidente: «Rusia ha dejado de ser un país libre». Al anunciar su dimisión, no tuvo pelos en la lengua para afirmar que los seis años de gobierno de Putin han provocado «un cambio de régimen político». Otros que han osado desafiar a la Presidencia, han visto cambiar bruscamente su suerte. Y sino que se lo digan a Mijaíl Jodorkovski, que pasa las Navidades haciendo guantes en una máquina de coser en un gulag de la inhóspita Siberia, cuando hasta hace tan sólo dos años era el hombre más rico del país y dirigía la poderosa petrolera Yukos. El caso Yukos dejó claro que a Putin no le tiembla el pulso a la hora de aplicar métodos estalinistas para deshacerse de sus adversarios y poner a toda su camarilla al frente de los recursos energéticos. Tampoco le ha temblado el pulso al ordenar actuar a sus fuerzas en la toma de rehenes como el teatro Dubrovka o la escuela de Beslán. Su máxima de aplastar a los terroristas puede más que la idea de evitar las bajas civiles. Y es que este año nada ha parado al presidente. Emulando a los antiguos dirigentes de la ex URSS, a los que tanto admira, ha visto cumplida la línea programática que prometió al sentarse en el sillón del Kremlin: consolidar la «vertical del poder». Tras una polémica reforma, ha concentrado más poder en sus manos, eliminando las elecciones directas de los gobernadores de las entidades que integran la Federación Rusa, y nombrándolos directamente. Además, ha logrado que el partido gubernamental Rusia Unida domine el Parlamento, con una mayoría que incluso le permite modificar la Constitución a su antojo, algo con lo que Boris Yeltsin ni siquiera soñó. Por último, hace unos días el Senado aprobó la ley que impone restricciones al trabajo de las oenegés, a las que el Gobierno acusa de interferir como grupos de presión en sus asuntos internos. Vladimir Putin ha utilizado todas las artimañas posibles para acallar a los medios de comunicación críticos, ordenando su cierre o amenazando a sus periodistas -como el caso de Anna Politkovskaya, a punto de morir envenenada cuando viajaba en un avión rumbo a Beslán para informar de la toma de rehenes-. Lejos de perder popularidad, los sondeos aupan a Vladimir Putin. Tanto que ya suenan voces que hablan de que pueda permanecer en el poder más allá del año 2008, cuando vence el segundo mandato que le permite la Constitución. Puede que tenga unos años más para apuntillar cualquier cabo suelto.

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