Adiós a un buen presidente El talante renovador de la Concertación El Berlusconi chileno de la Alianza

Entrar en el Palacio de la Moneda, en pleno centro de Santiago, produce una emoción especial por más que la muerte de Salvador Allende quede treinta y dos años atrás. Los esfuerzos del presidente Ricardo Lagos por recuperar la dignidad del Palacio barriendo siniestras decisiones del General Pinochet -como tapiar la puerta a la calle por donde se sacó el cadáver de Allende- no disminuye el impacto emocional. Los ciudadanos deciden hoy quien será el próximo inquilino del Palacio añadiendo su apellido a los de Allende, Pinochet, Alwin, Frei y Lagos. Sustituirá Michelle - o eventualmente Sebastián Piñera, un gran empresario que posee, entre otras sociedades, las aerolíneas Lan Chile--al mejor presidente de la Republica que se recuerda. Lagos, que encontró media hora para recibir a este periódico en la tarde del jueves, es «el presidente socialista que ha incorporado Chile a la globalización», como sostiene la acreditada periodista Patricia Politzer. «La globalización ha venido para quedarse», dice Lagos y, parafraseando a Nelson Mandela, añade que «es como el invierno, que sabemos que va a venir, y por tanto hay que acopiar leña y preparar ropa de abrigo en vez de seguir esperándolo en mangas de camisa». Auténtico catequista de la sociedad digital, relaciona magistralmente ciencia y política cuando afirma: «En el Siglo XXI no ser fuerte en investigación y tecnología es depender de otros países y eso es, sencillamente, pérdida de soberanía». Y la palabra soberanía conmueve a los chilenos porque han sentido en los últimos decenios amenazas exteriores contra su territorio. La figura de Lagos, un hombre orgulloso de haber modernizado Chile y algo apesadumbrado por no haber podido cerrar del todo la brecha social, se agrandará sin duda con el tiempo. Es el presidente que, primero como ministro de Obras Públicas y después, incorporando Chile a la Sociedad del Conocimiento, lo ha colocado entre los más prósperos, sin mácula de corrupción personal. Chile es el país latinoamericano mejor considerado por Transparencia Internacional. Ocupa el puesto veintiuno sobre ciento cincuenta y seis, empatando con Francia, Irlanda, España y Bélgica. Su liderazgo arrancó cuando en un debate televisivo, ante el estupor del país, saliendo de la dictadura, se dirigió a una cámara acusando con el dedo a Pinochet de haber secuestrado la democracia. Y se reforzó cuando, al llegar a la Presidencia, nombró al General Cheyre, un intelectual, como Jefe del Ejército y a Michele Bachelet, ministra de Defensa. Impuso así su autoridad porque los militares conocían que la doctora Bachelet era hija de un General, colaborador de Allende, que murió de infarto en la cárcel. La favorita tiene 54 años, es médico cirujana y pediatra. Socialista, agnóstica, separada y con tres hijos de dos matrimonios, Bachelet sufrió torturas durante la dictadura y se exilió en 1975, retornando cuatro años más tarde. Su padre, general de aviación opositor a Pinochet, había muerto tras el golpe producto de las torturas. Su mentor ha sido el presidente Lagos, quien la nombró ministra de Salud (2000-2002) y de Defensa (2002-2004). Ganó la primera vuelta (46,9%). El empresario tiene 56 años y una fortuna de mil millones de euros, es doctor en Economía por Harvard, está casado y tiene cuatro hijos y un nieto. Se autodefine como «humanista cristiano» y votó «no» a Pinochet en 1988. Hiperactivo y nervioso, Piñera posee la aerolínea LAN y el canal de televisión Chilevisión, y no es nuevo en la política, ya que ha sido senador y precandidato presidencial por su partido, Renovación Nacional. Quedó segundo en la primera vuelta (24,4%).