Diario de León
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León

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El cordón de seguridad que rodea el puerto de Safaga en el mar Rojo cedió ayer ante la presión de los familiares de las víctimas del naufragio del ferry Salam 98, que insisten en que se les diga la verdad de lo que sucedió. «Sobre todo no traten de detenernos», gritaba uno de los hombres, vestido con ropa y un turbante blanco típicos de los habitantes del Alto Egipcio. Finalmente echa a correr y le siguen decenas de egipcios que exigen informaciones sobre la tragedia, aunque ello suponga enfrentarse a las fuerzas de seguridad. La multitud rompe tres cordones policiales sucesivos y afluye hacia el muelle. La policía trata de contener a estos hombres, que juran que nada les detendrá. Entonces estallan los enfrentamientos, en medio de los gritos de desesperación. Posteriormente vuelve la calma y la espera. La misma espera que empezó el viernes tras conocerse el naufragio, pero esta vez más cerca del agua. Angustiados por la falta de información, las acusaciones de negligencia contra las autoridades no cesan. «No hemos tenido miedo de las fuerzas del orden, porque nosotros somos muchos y estamos en nuestro derecho», dice Dahi Abdalá Ahmad, que ha venido para buscar a su primo Jaled Rifai Hassan, que trabajaba en Arabia Saudita. «Somos un pueblo habituado a no tener dirigentes en los momentos de angustia. Arreglamos nuestros problemas nosotros solos», agrega. Espera de noticias Para Mohamed Rachad Rifai, que no tiene ninguna noticia sobre su sobrino de 25 años, no hay duda: «Es culpa de las autoridades». «Tardaron mucho en actuar, ¿por qué?», se pregunta Rifai, rodeado de decenas de hombres en el hangar número dos del puerto de Safaga, a 600 kilómetros al sudeste de El Cairo. Un oficial irrumpe en el lugar, se sube sobre una mesa de madera y comienza a leer en alto los nombres de 61 rescatados llegados por la mañana al puerto. Cada vez que el oficial cita un nuevo nombre, los presentes contienen la respiración. En algunas ocasiones, se escuchan gritos de alegría y agradecimiento a Dios, lo que significa que los parientes han recuperado a su familiar con vida. Sin embargo, para la mayoría de la familias el oficial no trae buenas noticias. Entonces los llantos invaden la sala, mientras que los presentes se consuelan los unos a los otros.

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