| Análisis | Veinte aniversario de la rebelión |
La ironía de la corrupción
A nadie se le escapa la ironía de este veinte aniversario de la rebelión con la que Corazón Aquino derrocó a Marcos: Gloria Arroyo llegó al poder como ella, movilizando a la calle de Manila, pero gobierna como él, con corrupción y una ley de emergencia. Por supuesto, lo único novedoso de estas dos cosas es la ley de emergencia, pero no es el producto de una paranoia. Viendo los nombres de los que han sido detenidos sí que parece que se está tramando un golpe. A Arroyo se la daba por perdida ya el año pasado, cuando la parálisis y la corrupción de su Gobierno se vio coronada por el escándalo de conversación tele-fónica que le grabaron con un miembro de la comisión electoral. Supuestamente, le pedía que le diese la victoria en las elecciones que le en-frentaban al luego fallecido Fernando Poe Jr. Y a esto siguió una auténtica estampida de su gabinete y enseguida una campaña de los clanes de la oposición para poner en marcha el mecanismo de transición que mejor resultado da en Filipinas: la avalancha popular. El respaldo crucial No funcionó. Arroyo se hizo con el respaldo crucial de los obispos, sin los que nada se mueve en la política filipina, a cambio de una sonrojante declaración de arrepentimiento y propósito de enmienda. También recibió el apoyo de Fidel Ramos, quien la convenció para transformar Filipinas en una democracia parlamentaria y no presidencialista, origen para él de todos sus males (como parece haber descu-bierto sólo tras abandonar él mismo la presidencia). Sobre todo, la clase media se mantuvo al margen, porque desconfiaba y desconfía de las alternativas. Una era el vicepresidente y ex locutor de televisión Noli Castro, que tanto recuerda al estrafalario actor de telenovela y presidente Joseph Estrada al que derrocó Gloria Arroyo. La otra es Susan Roces, la viuda de Poe Jr., el hombre al que quizá Arroyo robó las elecciones. Pero, tras Imel-da Marcos, Corazón Aquino y la propia Arroyo, Roces podría no ser sino otra lady Macbeth más de la política filipina, la mujer ambiciosa tras el político ambicioso. La avalancha, pues, no se produjo, más que, por desgracia, de forma literal en la reciente catástrofe de hace unos días, y que ha servido de nuevo catalizador para el descontento de los pobres y la ambición de los clanes. Es ahora bajo sus pies que Arroyo siente que tiembla la tierra.