Diario de León

| Análisis | La percepción social |

Un comando mata a 22 personas enuna ciudad iraní de minoría suní Tres años después...

Hay un cierto consenso de que, a corto y medio plazo, el Irán jomeinista es el principal beneficiario de esta guerra

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efe | teherán Enrique Vázquez - madrid

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Un comando de hombres armados de filiación desconocida causó ayer 22 muertos y siete heridos, entre estos últimos el gobernador Hasán Ali Nuri, al atacar un convoy oficial de la gobernación de Sistán-i-Beluchistán, en el sureste de Irán. Según informó el diario Baztab en su página web, el ataque tuvo como blanco un convoy oficial de la provincia que se desplazaba entre las ciudades de Zahedan y Zabol tras haber participado en una ceremonia de homenaje a los mártires. El diario asegura que hay «cincuenta víctimas, entre muertos y heridos». El gobernador Hasan Ali Nuri se encuentra muy grave, con cinco balas alojadas en su cuerpo, mientras que uno de los máximos responsables de seguridad de Zahedán resultó muerto. Zahedán es una provincia de la región de Sistán-i-Beluchistán, fronteriza con Pakistán y Afganistán, y en ella reinan las bandas de narcotráfico que circulan con heroína desde Afganistán a los dos países vecinos. Sin embargo, no son frecuentes los ataques como el registrado ayer. ¿Habría lanzado el presidente Bush la guerra de Irak el 19 de marzo de 2003 si se le hubiera dado el poder de ver cómo han ido las cosas desde entonces? La fácil respuesta de que de ninguna manera hubiera emprendido la aventura no está garantizada: hay indicios de que Washington aún cree en la victoria final y la definición oficial de la situación es la de un work progress , una labor en marcha, un trabajo al que aún le falta tiempo, pero encarrilado. Sin embargo, la percepción social es la de un fracaso y explica en gran parte la baja estimación pública de la gestión de Bush: sólo un 37 % de los norteamericanos la juzga positivamente, un récord en las últimas diez presidencias. Y, además, como subrayan los encuestadores, el Irak es el asunto por el que el presidente será recordado, aquél al que se vinculará su presidencia, como le sucede a Johnson con Vietnam. Sobre el papel aún hay posibilidades de que finalmente se consolide el régimen elegido bajo la Constitución federal votada y un gobierno con algunos factores pro-americanos en su seno (kurdos y la lista Alaui) tal vez sea formado en las próximas semanas. Es, sin embargo, el máximo al que se puede aspirar tras haber dejado 2.312 soldados muertos, unos doce mil heridos, haber provocado la muerte de unos 40.000 iraquíes y haber hecho una mala inversión en la guerra contra el terrorismo. Considerada como la obra de agitadores neocons , ultrademócraticos y ultraliberales, la guerra es percibida, más allá del registro jurídico y moral, como un grave error: trasladó la lucha contra Al Qaida y Bin Laden allí donde no estaban ni tenían posibilidades de estar, dio una bandera al islamismo yihadista, no mejoró en nada la seguridad de Israel, y hay un cierto consenso de que, a corto y medio plazo, el Irán jomeinista es su principal beneficiario. Todo esto era ya claro cuando Bush fue reelegido en noviembre de 2004, prueba de que las campañas electorales pueden obrar milagros: por mucho menos que eso perdió Carter toda posibilidad de reelección en 1980. Esa anomalía ha costado cara a los EE.UU. en términos humanos, políticos, de credibilidad y de seguridad y, probablemente, sólo podrá ser corregida en la próxima elección. Hasta entonces, primará la tesis de que es imposible retirar las tropas porque el Irak se hundiría en el caos un caos sembrado por la invasión que este domingo cumple tres años redondos.

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