Las centrales no volverán a la mesa de negociación mientras el Gobierno mantenga la ley | Análisis | El fenómeno de los «trabajadores pobres» |
Los sindicatos no logran que De Villepin retire el contrato juvenil Desempleados, sueldos precarios y guetos de miseria
Sarkozy afirma que los reventadores de las protestas son los mismos que el pasado noviembre
Ni los sindicatos ni el Gobierno francés ceden posiciones mientras aumenta la preocupación por el protagonismo de las bandas en las protestas estudiantiles. El primer ministro Dominique de Villepin consiguió ayer el apoyo de la patronal, pero no convenció a los líderes de las centrales mayoritarias, a los que recibió por primera vez desde el inicio de las protestas contra el contrato de primer empleo (CPE), que no piensa retirar. Lo único positivo del encuen-tro es que duró algo más de una hora. Los responsables sindicales llegaron al palacio de Matignon visiblemente enojados por la última intervención del presidente de la República. En Bruselas, Jacques Chirac echó más leña al fuego al afirmar rotundo que el CPE «es una ley aprobada por el Parlamento y las leyes están para aplicarse». Para los sindicatos fue una «torpeza» que los colocó en una «posición muy difícil para el diálogo». Dominique de Villepin aseguró en una breve declaración que este encuentro «importante es una primera etapa». Sus interlocutores salieron con la impresión de que «no comprende la situación» y anunciaron que no volverán a sentarse a la mesa de negociaciones mientras no retire la ley. Villepin ha invitado para hoy a un encuentro a las asociaciones de estudiantes. Pendientes del martes Para sindicatos y estudiantes, «la única cita importante ahora es la manifestación del martes». Se mantiene la convocatoria de movilización nacional y Fuerza Obrera ha propuesto incluso que la huelga se prolongue si el Gobierno sigue manteniéndose inflexible. La patronal, en cambio, ofreció todo su respaldo al primer ministro. Los empresarios manifestaron su preocupación por la gravedad de una situación «que pone en peligro la economía, la imagen exterior de Francia y el tejido social del país». El ministro del Interior, Nicolas Sarkozy, ha reconocido que la violencia en las manifestaciones anti-CPE están «cambiando de cara». El número dos del Gobierno dijo ayer claramente que frente a la violencia que en un principio protagonizaron los radicales, especialmente de extrema izquierda, son ahora «reventadores que vienen de ciertos barrios y que son los mismos del pasado mes de noviembre». El alcalde de París, Bertrand Delanoë, y las asociaciones de estudiantes han criticado la pasividad de las fuerzas del orden en la manifestación del jueves en París. Los alumnos fueron las primeras víctimas de la violencia de las bandas, perfectamente organizadas para robarles y agredirles. El joven herido en la plaza de los Inválidos sufre un grave traumatismo craneal y que según las primeras investigaciones no fue producido por los antidisturbios. Los que sí han presentado denuncia contra las fuerzas del orden son los familiares y compañeros del sindicalista Cyril Ferez, en estado de coma. El balance de las protestas que vive Francia desde hace un mes es de 1.420 detenidos, 630 de ellos en los disturbios del jueves y 262, en París. Anoche, 80 continuaban en prisión preventiva en la capital. El fenómeno de los «trabajadores pobres», que afecta a numerosos jóvenes, tiende a desarrollarse en Francia y alimenta el temor a la precariedad laboral. En esta situación está el germen de las protestas de centenares de miles de asalariados y estudiantes contra el primer contrato laboral para jóvenes propuesto por el Gobierno. Esta categoría de «trabajadores pobres» que aparece en los años 70 viene de Estados Unidos y designa a las personas que, a pesar de tener un empleo, ganan un salario que no les permite salir de la pobreza. En Francia, como en varios países de la Unión Europea, esta categoría de los «trabajadores pobres» se ha desarrollado a partir de los años 90, afectando principalmente a las familias monoparentales o a los jóvenes. Según un informe para 2005-2006 del Observatorio Francés de la Pobreza, este sector de la sociedad tiende a aumentar. Francia tiene un millón de «trabajadores pobres» si se toma como referencia el índice de la pobreza establecido en un 50% del salario promedio (unos 775 dólares mensuales para una persona sola) y el doble si se estima sobre la base del 60% de ese mismo salario, considerado para las comparaciones europeas. Globalmente, Francia se ubica en el promedio europeo con casi un pobre por cada dos personas (47%) «viviendo en una familia donde al menos un adulto trabaja», frente 8 de cada 10 en Estados Unidos, según Marco Mira d'Ercole, co-autor de un informe hecho en 2005 sobre «la distribución de ingresos y de la pobreza» en los países de la OCDE. La proporción global de pobres sigue siendo menor en Francia -entre 3,7 y 7 millones (7%)- que en el resto de la UE (10,7% en promedio) y que muchos otros países desarrollados (11% en Gran Bretaña, 13,7 % en Portugal e incluso 17% en Estados Unidos), según la OCDE Dos categorías Pero «lo que hace que Francia sea un caso específico, es que algunos países como Estados Unidos o Gran Bretaña optaron por tener trabajadores pobres en lugar de desempleados. Francia ahora tiene los dos», con un índice de desempleo entre los más altos de los países desarrollados (9,6%), según un análisis de la organización caritativa Emmaus Francia. Un trabajo precario significa necesariamente vivienda precaria, imposibilidad de un acceso al crédito bancario, atención médica limitada y, al fin y al cabo, «un número creciente» en Francia de asalariados encerrados en un «círculo vicioso» generador de pobreza, concluye el informe.