Los líderes chíies ayudados por Irán han introducido en la policía a sus milicias más agresivas
EE.UU. acelera la preparación del ejército iraquí para poder retirarse
Los norteamericanos saben que pasarán años antes de que puedan volver a casa
Entrenar lo más rápido posible a la policía y al Ejército iraquíes, hacerlos capaces de luchar por sí mismos contra la insurgencia y retirar progresivamente las tropas norteamericanas del hervidero en que se ha convertido Irak. Esa es hoy, tras muchos cambios de rumbo, la política norteamericana en Irak. Pero esa política no va a dar frutos ni en los próximos meses ni, posiblemente, en los próximos años. «Al Ejército iraquí todavía le queda un largo camino por delante. De la policía iraquí es mejor no hablar», confiesa un oficial norteamericano a Diario de León. La policía iraquí es poco menos que una batalla perdida para Washington. Primero porque no está bajo mando norteamericano. Depende del ministerio del Interior iraquí, gobernado por radicales chiíes, que en los últimos meses se han dedicado a infiltrar entre las filas policiales a miembros de sus milicias más agresivas. En Irak todo el mundo sabe que son policías los que integran algunos de los escuadrones de la muerte chiíes que están masacrando a suníes desde el pasado mes de febrero. Por eso Estados Unidos se ha centrado en el Ejército, que está bajo su jurisdicción. Inexperiencia e inutilidad Sin embargo, la falta de preparación del Ejército iraquí es evidente para cualquier tarea, pero mucho más para luchar contra una insurgencia altamente motivada y entrenada, que se llevó a los mejores elementos del antiguo Ejército de Sadam cuando Washington cometió el error de deshacer las fuerzas armadas iraquí nada más terminar la guerra. Más de medio millón de militares se quedaron sin trabajo y sin sueldo. «Todavía estamos enseñándoles lo básico. Manejar las armas con seguridad, para que no pase lo del otro día. Uno de los reclutas llevaba el arma hacia arriba, se le disparó y mató a un compañero», nos cuenta el sargento Lynes, uno de los instructores norteamericanos. A Lynes se le nota que por momentos pierde la paciencia. Tiene algunos reclutas buenos, que son capaces de disparar toda una ráfaga de fusil en el blanco. Otros, simplemente, no dan un solo disparo en el blanco. Y eso que ya llevan tiempo entrenando. Entre los reclutas de Lynes hay varios con experiencia militar anterior en el Ejército de Sadam. Otros acaban de empezar. Como Hasan, que tiene 18 años y se sumó al Ejército después de que los insurgentes le metieran un tiro en el hombro. «Quiero luchar contra los terroristas para ayudar a mi país», dice. Los 350 dólares que cobra al mes también ayudan. Con ese dinero se puede mantener a una familia. Por ese dinero, en Irak, puede merecer la pena jugar con la muerte.