OPINIÓN
El polvorín iraní
SE VA CALENTANDO el ambiente en la crisis iraní de una manera muy preocupante. Las partes involucradas se reafirman en sus posiciones y dejan poco margen para la negociación. Un margen diplomático que hay que utilizar al máximo porque la opción militar internacional en Irán será contraproducente para todos, sobre todo para la sociedad persa que un día luchó para liberarse de la tiranía del sha Reza Palevi y lleva varias decenas de años sufriendo la dictadura de los ayatolas. La situación en el interior del cuarto país productor de petróleo es contradictoria tras el fracaso de los reformistas. Las antenas parabólicas que crecían en las casas de Teherán y de otras ciudades iraníes, y los vaqueros y la música pop que se extendían por los centros universitarios han dejado paso a la moral islámica más estricta y, lo que es mucho peor, a un gobierno con una política energética expansionista. En la comunidad internacional nadie cree que el programa nuclear iraní sea únicamente para uso civil y pacífico, un derecho que reclama ácidamente Ahmadineyad al mismo tiempo que afirma que «Israel es un árbol podrido y seca que será borrado del mapa por una tormenta». La respuesta desde Israel del ahora dirigente centrista del Kadima, Simon Peres, ha sido premonitoria: «Ahmadineyad correrá la misma suerte que Sadam Hussein». Sin duda, si el Pentágono se plantea una intervención en Irán tendrá que tener conceptos muy diferentes. Los planes están ultimados para una operación quirúrgica que destruya los principales centros nucleares. Se han hecho ejercicios simulados y se ha constatado la dificultad de neutralizar unos 50 objetivos, incluso utilizando munición de penetración especial para alcanzar las instalaciones subterráneas. Washington apoya a grupos iraníes contrarios al actual régimen.