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El integrismo late en la pobreza

Pese a las reformas llevadas a cabo, numerosos observadores advierten que las premisas que derivaron en el 16-M siguen presentes en la sociedad marroquí

Palacio, en la Casa de España en Marruecos tras los atentados

Publicado por
David Alvarado - corresponsal | rabat
León

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Numerosos actos conmemoran hoy en Marruecos el tercer aniversario de los atentados islamistas que sacudieron la ciudad de Casablanca el 16 de mayo del año 2003. Aún están muy presentes los fatídicos acontecimientos de aquella noche de viernes, cuando varios kamikazes, con edades comprendidas entre los 23 y los 31 años y procedentes de algunos de los barrios casablanqueses más desfavorecidos, se hicieron explotar en emplazamientos muy bien seleccionados. En un lapso de tiempo no superior a cinco minutos, la Alianza Judía y su cementerio, así como el club Casa de España, el restaurante italiano Le Positano y el Hotel Farah, emplazamientos muy céntricos y relativamente próximos entre ellos, sufrieron las consecuencias de la violencia integrista. El balance final: 44 muertos, un sinfín de heridos y multitud de familias rotas. «El fin del laxismo» En nombre de lo que se vino en denominar «el fin del laxismo», la reacción de las autoridades marroquíes no se hizo esperar y la aceleración del ritmo de operaciones policiales fue la tónica. Una política que primaba el «todo securitario» se convirtió en el arma fundamental de un régimen que había ignorado durante años los indicios de una amenaza que se gestaba bajo las chabolas de sus urbes, donde entre la pobreza y el analfabetismo los predicadores salafistas encontraban el terreno abonado para sus ideas extremistas. En medio de las condenas de diferentes instancias, durante los meses que sucedieron a los atentados terroristas, más de 5.000 islamistas fueron detenidos e interpelados por la policía, siendo finalmente juzgados unos 2.000 individuos y condenados algo más de 900 a penas de duración variable, incluyéndose aquí 17 condenas a muerte. Atendiendo a lo que realmente ha cambiado en el país magrebí, los avances parecen modestos. Si bien se han lanzado programas de reforma en diferentes ámbitos que van desde el campo religioso hasta la escuela, el Majzén -el régimen tradicional marroquí- no ha obtenido los resultados deseados. Alta tasa de desempleo Entre otros elementos, la situación económica no ha mejorado grandemente, siendo el elevado desempleo -a pesar de unas controvertidas estadísticas oficiales que lo sitúan por debajo del 10%- un problema difícil de paliar. Además, en el terreno de lo social, la pobreza y el hábitat precario son una constante, sobre todo en las periferias urbanas donde el chabolismo crece día a día al ritmo de una emigración del campo a la ciudad que parece no tener fin y que tiene en la inseguridad uno de sus efectos más perniciosos. Así, tal y como apuntan numerosos observadores consultados, a pesar de los éxitos policiales, las premisas que han derivado en los atentados del 16-M parecen seguir ahí, muy presentes.

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