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Bush enviará 6.000 guardias nacionales a la frontera con México

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Óscar Santamaría - corresponsal | nueva york
León

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Con su popularidad cayendo en picado y en un intento por contentar a los sectores más conservadores del Partido Republicano en la recta final del debate sobre la reforma de las leyes migratorias, George W. Bush anunció el envío de 6.000 efectivos de la Guardia Nacional a la frontera con México, lo que fue recibido con tibieza por su vecino. Desde la solemnidad del Despacho Oval, el presidente se dirigió al país por televisión y en horario estelar el lunes por la noche para exponer su visión sobre este tema que ha provocado el despertar de miles de inmigrantes que han salido a las calles para exigir la legalización de los 12 millones de indocumentados que residen en Estados Unidos. Las opciones están encima de la mesa: por un lado, la Cámara de Representantes aprobó una propuesta de ley que sólo tiene en cuenta medidas de refuerzo de la frontera como la construcción de un muro. Por otro, el Senado ultima otra propuesta para fin de mes en la que posiblemente se contemple un programa de trabajadores temporales y una posible vía a la legalización. Después, ambas versiones deberán ser armonizadas y firmadas por Bush. Pero los ánimos están encendidos y el debate polarizado. Bush reiteró su postura y aprovechó para hacer un guiño a los más reaccionarios, que desde las filas de su propio partido le acusan de no hacer lo suficiente para garantizar la seguridad en las fronteras y para evitar el paso de los «espaldas mojadas». Consciente de ello, y de que son los mismos que le han retirado su confianza, reconoció que «Estados Unidos no tiene el control total de sus fronteras» por lo que anunció el envío a los 3.200 kilómetros que comparte con México de 6.000 miembros de la Guardia Nacional que estarán allí en principio por un año apoyando en tareas no policiales a la Patrulla Fronteriza. Para tranquilizar a su vecino del sur y principal socio comercial, el tejano dijo que esta decisión no debe ser vista como la «militarización» de la frontera. «México es nuestro vecino y nuestro amigo», indicó. Desde México, su canciller Luis Ernesto Derbez, rechazó que el envío de tropas sea un «acto hóstil» pero anunció que si la Guardia Nacional actúa de forma directa contra los inmigrantes lo denunciarán ante la justicia ordinaria de EEUU. Una medida insuficiente Por otro lado, Bush reiteró su apuesta por articular un programa de trabajadores temporales que permita el ingreso en el país de mano de obra necesaria pero que una vez cumplido su contrato regresen a sus países, lo que es visto como insuficiente por los inmigrantes. ¿Y con los millones de «sin papeles» que ya están en suelo estadounidense? Bush se mostró partidario de una solución intermedia: ni deportarlos ni darles el pasaporte de forma automática, si no fijar condiciones para que puedan optar a la ciudadanía -como pagar una multa, impuestos, trabajar durante varios años, aprender inglés- pero sólo para los que «tienen raíces» en Estados Unidos y no los que «aca ban de llegar». Bush dejó claro que se opone a una amnistía. Grupos pro-inmigrantes y sindicatos rechazaron el envío de tropas y subrayaron que el objetivo del discurso de Bush fue simplemente contentar a una parte del electorado que le ha dado la espalda.

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