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| Análisis | El lugar del desastre |

Indonesia, bajo el volcán

El Monte Merapi escupe nubes de ceniza ardiente y escombros después del terremoto

Publicado por
Miguel Murado - redacción
León

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Ciencia y superstición ha-bían coincidido al anunciar una catástrofe en la región de Yogyakarta, el hogar del volcán Merapi en Indonesia Central. La superstición decía que este año en el que se cumple el milenio de su erupción más devastadora el Merapi volvería a entrar en actividad, y así ha sido. Hace unas semanas empezó a arrojar lava por sus laderas y el gobierno indonesio, adelantándose por una vez a los acontecimientos, ordenó desalojar la zona, si bien sin demasiado éxito. Todavía no está claro si el temblor de tierra de ayer es causa o consecuencia de esta inestabilidad del volcán, pero parece evidente ambas cosas están relacionadas. De hecho, los vulcanólogos han advertido de un incremento en la actividad del Merapi en las últimas horas. Si el terremoto es el anuncio de una erupción inminente o si por el contrario ha servido para aliviar la presión en las entrañas de la tierra, es algo que no tardaremos en saber. En todo caso, lo más probable es que las autoridades de Indonesia, un país todavía traumatizado por la tragedia del tsunami, no quieran correr riesgos y hagan efectiva la orden de evacuación que hasta hoy se había ignorado. Gobernada por sultanes El problema es que la región de Yogyakarta (que por cierto todavía está gobernada autónomamente por una dinastía de sultanes), se encuentra entre las más turísticas del país. Famosa por su artesanía del batik y sus marionetas del teatro de sombras, Yogyakarta es una especie de Compostela indonesia, una ciudad histórica y universitaria a la que justo en esta época del año acuden miles de turistas para visitar el fabuloso templo budista de Borobudur, considerado una de las siete maravillas del mundo, y que precisamente fue descubierto a raíz de los terremotos que siguieron a la erupción del Merapi en el 1006. Fomentar este turismo había sido uno de los grandes proyectos del anterior gobierno indonesio, que en el 2002 abrió el enorme centro de atracciones del Paso de Ketap, desde el que estos días muchos visitantes se dedicaban a observar con prismáticos el volcán Merapi. Puede que ahora lo miren con más desconfianza. Como los campesinos de la zona, que no se atreven ni a llamarle por su nombre ni a señalarlo con el dedo. Lo conocen como Si Mbah, «anciano venerable», y lo consideran el consorte de Ratu Kidul, la violenta diosa del mar a la que algunos hoteles de Yakarta reservan una suite para que no los destruya. A ella se le atribuyó popularmente el último tsunami. Ahora, podría haberle contagiado su furia a su esposo.

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