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Huda, el icono de un pueblo

La pequeña de 12 años que perdió a casi toda su familia en el bombardeo a la costa de Gaza se ha convertido en la nueva imagen de un pueblo que vive entre el dolor y la impotencia

Publicado por
John Storm - jerusalén
León

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«¡Papá, papá, papá!», gritaba desesperada Huda Ghaliya junto al cuerpo sin vida de su padre. Sobre la playa de Gaza le rodeaban 13 cuerpos de los miembros de su familia, algunos muertos otros seriamente heridos. A sus once años, estudiante de sexto grado, a Huda aquel proyectil de la artillería israelí le había quitado todo, cambiandole la vida por completo. No podía hacer nada más que gritar. Y gritaba. Un cámara de televisión la grabó en ese instante de dolor del pasado viernes y los gritos Huda dieron la vuelta el mundo. Pero a nadie conmovió más que a los propios palestinos, que la convirtieron en el nuevo icono de su sufrimiento y su impotencia ante los ataques israelíes. Desde que hace seis años las imágenes del niño de 12 años Mohamed al Durra atrapado por las balas israelíes conmovieran al mundo entero, nada ni nadie habían aglutinado a los palestinos de la forma en la que lo ha hecho la pequeña Huda, a la que todos intentan de calmar el dolor que siente. A la niña, que antes de la tragedia del viernes disfrutaba leyendo la biografía de Hassan Ibn al Haitham (el padre de la óptica) y los versos del poeta palestino Mahmud Darwish, le han salido padrinos por todas partes. Los colegios de la zona se disputan el darle becas y pagarle los estudios. Y ya son decenas las ofertas de adopción que ha recibido, de echo hasta Hamás y Al Fatah se han convertido ahora en sus dos padres adoptivos. Desde el punto de vista occidental, no es huérfana, ya que su madre, Hamdia, sobrevivió a la explosión, pero sí desde el punto de vista palestino. De ahí que, al día siguiente del ataque, hasta Hamás y Al Fatah se disputaran el ser sus padrinos. Como una extensión del enfrentamiento político y callejero que llevan a cabo, el presidente Mahmud Abas y el primer ministro Ismail Haniya pugnaron por adoptar a la niña. Al final, y para apaciguar los ánimos, ambos la adoptaron. Los amigos y los profesores de Huda la describen como una niña brillante, cuya mayor aspiración era hacer que su padre, un agricultor pobre a quien adoraba, se sintiera orgulloso de ella. El llanto de Huda cuando bajaban su cuerpo a la tierra todavía re-suena: «No me dejes sola». Los gritos desgarradores de la niña conmovieron a todos los presentes y la imagen de la menor en el funeral de su familia dio la vuelta al mundo como el símbolo del dolor y la desolación.