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Publicado por
Miguel Muradoa
León

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«Hamdan contra Rumsfeld» se llama este caso. Pocas batallas legales habrán sido tan desiguales: de una parte el secretario de Defensa de Estados Unidos, de otra el tipo que durante un tiempo se ganó la vida conduciendo el Toyota de Osama bin Laden. Pero ha ganado el chófer. Inocente o culpable, el Tribunal Supremo le ha dado la razón en que no puede ser procesado por un tribunal militar especial. Ni él, ni otros 60 presos a los que el Pentágono esperaba juzgar por este procedimiento irregular. Según el alto tribunal, tendrán que ser oídos por un tribunal civil o liberados. Lo importante de la sentencia, sin embargo, no está ahí, sino en que el Supremo ha determinado que la Convención de Ginebra sí es aplicable a los detenidos en Guantánamo. En condiciones normales, esta decisión acarrearía consecuencias sísmicas. Las violaciones del artículo 3 de la Convención de Ginebra son crímenes de guerra, en los cuales, por lo tanto, habrían incurrido sistemáticamente desde los interrogadores de la CIA hasta el propio presidente. Pero es poco probable, por no decir imposible, que el asunto llegue tan lejos. Error o crimen De hecho, el Supremo ha sido muy cauto. No ha exigido, ni siquiera recomendando, el cierre del campo, e incluso ofrece a la Administración la posibilidad de idear otras formas de juzgar a los detenidos, esta vez a ser posible sin violar las leyes. Por humillante que le resulte a la Casa Blanca verse derrotada nada menos que por el chófer de Bin Laden, hasta puede que esta sentencia acabe siendo una bendición. Hace tiempo que el presidente Bush viene hablando de cerrar Guantánamo. En los últimos dos años el campo no ha recibido nuevos reclusos, y aunque se insista una y otra vez en que los interrogatorios han proporcionado «valiosas informaciones», esto es más que dudoso (entre otras cosas, la ausencia de nuevas detencio-nes demuestran que no). «Es peor que un crimen, es un error», dicen los políticos cuando quieren ser cínicos, parafraseando a Talleyrand. Lo mismo empezaba a pensarse ya en círculos de Washington con respecto a Guantánamo: que si no era un crimen, quizás sí era un error. Lo que viene a decir ahora la histórica sentencia del Tribunal Supremo de EE.UU. es que Guantánamo era ambas cosas: un error y un también crimen.

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