Diario de León

| Crónica | Recluidos en su propia casa |

«¿Tendrán pensado volver?»

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colpisa | gaza

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Después de pasar dos días encerrado en un cuarto oscuro con otros 15 miembros de su familia, Mohammad Hader Rajib, con un Corán desgarrado entre las manos, revisa los desperfectos de su casa, ocupada por los soldados israelíes durante los combates en Beit Lahya, localidad situada al norte de Gaza. «Nos metieron a todos en el cuarto que funciona como despensa. Ni siquiera pudimos ir al baño en dos días mientras los soldados campaban a sus anchas por nuestra casa, destrozándolo todo. ¿Quiénes son los verdaderos terroristas?», se pregunta el cabeza de familia. Horas después de que las tropas israelíes abandonaran la ciudad de Beit Lahya y todos los sectores ocupados desde el jueves en la zona norte de la franja, las mujeres de esta casa, situada en el barrio de Salatin, se afanaban por limpiar con gesto de asco cualquier rastro de la presencia israelí. En su retirada precipitada, los soldados dejaron comida y botellas de vino que todos los habitantes de la vivienda miran con desprecio. Un niño que se apodera de un trozo de pan, recibe rápidamente una bofetada de su hermano mayor. «Se paseaban en ropa interior delante de mis hijas, riéndose y haciendo bromas. Arrancaron las páginas del Corán y las usaron como papel higiénico», recuerda Mohammad, mirando impotente el estado desastroso de su automóvil, convertido en un montón de chatarra. El jueves, poco antes de la llegada de los tanques israelíes, la familia acababa de celebrar la boda de uno de sus hijos, Iman, de 17 años. Los hombres tuvieron tiempo de huir pero Mohammad, cabeza de familia, decidió quedarse con las mujeres. «Los bebés lloraban pero a los soldados les daba igual. No teníamos luz y teníamos que permanecer acostados pegados los unos a los otros, mientras nos apuntaban con sus armas. ¿Tendrán pensado volver?», se interroga todavía asustada su esposa, Latifa. La casa de esta familia fue usada durante horas por los soldados para defenderse de los disparos de los activistas palestinos que les atacaban. En el salón, un agujero del tamaño de un neumático da fe de la gran violencia de los combates.

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