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Publicado por
Miguel Murado
León

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«En el fondo es una gran oportunidad», escribía ayer el editorialista del diario israelí Jerusalem Post. Efectivamente, en Israel sigue dominando esa escuela de pensamiento para la cual las crisis militares no son un mal en sí mismo sino más bien una oportunidad para mejorar la propia posición. Esta es la filosofía (filosofía nietzscheana, diríamos) que dio origen al propio Israel y la que a esta hora guía sus acciones en el Líbano. Y si eso es lo que se está usted preguntando ahora, la respuesta es que sí podría conducir a una guerra regional en Oriente Medio. Por eso ayer, mientras llo-vían misiles sobre Haifa y Nahariya como respuesta al bombardeo del Líbano, los portavoces israelíes introducían una y otra vez en su discurso los topónimos «Irán» y «Siria». Israel ya no espera recuperar a sus dos soldados capturados. Como en el caso del otro militar abducido en Gaza, sabe que podría lograrlo intercambiándolos por los niños palestinos y los presos libaneses que mantiene en su poder, pero eso es algo que un político en período de pruebas como Ehud Olmert no se puede permitir. Sharon está en coma, pero vive, y a Israel le interesan ahora otras cosas que, de hecho, harán menos probable que los tres soldados regresen nunca. Le interesa aprovechar la oportunidad, para dos cosas. Cambio de régimen Una consiste en que Israel empleará estas horas de confusión en reducir la capacidad de Hezbolá para lanzar cohetes contra Israel, aunque ello suponga, paradójicamente, provocar de momento aquello que se quiere impedir. La otra cosa que espera sacar Israel de esta crisis es nada más ni nada menos que un cambio de régimen en Damasco y Teherán. A ese fin van destinadas las insinuaciones de que los soldados capturados «podrían haber sido trasladados a Irán», una hipótesis fantasiosa pero sin duda útil cuando la carpeta nuclear iraní se encuentra sobre la resbaladiza mesa del Consejo de Seguridad. De momento, el único régimen que se tambalea es el libanés. Producto de la «primavera de Beirut», esta Administración es la más antisiria que ha tenido Líbano. Pero ni siquiera esto les ha librado de la ira de los israelíes, quienes, en un gesto combinado de simbolismo y cruel ironía, han bombardeado el aeropuerto internacional de Beirut, rebautizado hace unos meses como aeropuerto Rafic Hariri, el hombre que logró (póstumamente) la retirada de los sirios del Líbano y que murió como ahora lo ha hecho su aeropuerto.

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