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Las otras armas del Partido de Dios

Los chiíes libaneses agradecen al movimiento de Hezbolá la ayuda asistencial y humanitaria que reciben

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colpisa | tiro

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En su apartamento grande y soleado de Tiro, rodeado de sus doce nietos, Tufic Bahr, como muchos de sus correligionarios chiíes libaneses, salió de la miseria para vivir cómodamente y se lo agradece a Hezbolá, a pesar de la guerra con Israel. «Nosotros, los chiíes, éramos pordioseros», relata Bahr, un patriarca de 62 años. «Ahora comenzamos a vivir cómodamente». Para los chiíes del Líbano, Hezbolá tiene mucho que ver en este cambio, lo que explica el profundo apego que tienen por el Partido de Dios, que ha provocado el ataque de Israel contra el país. Cuando tenía 4 años, Bahr era huérfano. Había perdido a su madre a los 2 años, y su padre murió ahogado cuando ayudaba a evacuar a los refugiados palestinos de Haifa a Tiro durante la guerra de 1948. A los 10 años comenzó a trabajar como aprendiz de zapatero y ganaba una libra libanesa por día.«Ni siquiera podía comprar pan», dice Bahr, orgulloso hoy de sus ocho hijos y doce nietos. «Nunca fui a la escuela», relata. «No tenía a nadie que me ayudara a pagar los estudios». Si hoy estuviese en tal situación, recurriría a Hezbolá. El año pasado, Jadija Farraj, madre de tres niños, no podía comprar libros escolares para éstos y recurrió al Partido de Dios. «Fuimos a verlos, nos firmaron un bono y nos dijeron que fuésemos donde el librero, 'que les dará todo lo que necesitan'». La familia de Tufic Bahr también se benefició de la generosidad del Hezbolá. Cuando su nieta Amani, de 21 años, debió ser operada, su familia no tenía los 1,8 millones de libras libanesas (unos 1.100 euros) necesarios. Su padre, Abbas Hassan, un chofer de taxi de 46 años, monta en cólera cuando relata cómo lo trataron en el ministerio de Salud y otras agencias gubernamentales. Los chiíes del sur de Líbano se sienten abandonados por el Gobierno. «Finalmente, recurrí a una obra de beneficencia del Hezbolá. Allí me dijeron que sí y pagaron todo». Y así, miles de casos en toda la zona. Nadie en la miseria Actualmente, el Hezbolá administra una importante red de ayuda. «No dejan que nadie esté en la miseria», dice Tufic Bahr. «¿Cómo no amarlos? Hacen tanto bien». Sus nietos asienten. Aun cuando la aviación israelí bombardea los poblados del sur del Líbano y las unidades israelíes operan en el país, dicen sentirse seguros. «No tengo miedo mientras la resistencia esté aquí», dice una de sus nietas, Lara Al Ayan, de 8 años, con un caramelo en la boca. «Si no estuviera Hezbolá, los israelíes estarían aquí en Tiro y todos estaríamos muertos», afirma Aya Hassan, uno de sus nietos, de 18 años. Durante mucho tiempo, los chiíes, la más importante de las 18 comunidades religiosas del Líbano, ha sido la más desfavorecida del país. El Hezbolá libanés, organizado con la ayuda de Irán después de la invasión israelí de 1982, es uno de los movimientos que trata de afianzar su peso político. Este renacimiento chií comenzó con el imán Mussa Sadr, un religioso que Irán envió al Líbano en 1957. Fundador del consejo superior chií y luego del movimiento Amal antes de desaparecer en Libia en 1978, es uno de los héroes de los chiíes junto al actual jefe del Hezbolá, Hassan Nasralá. Sadr «nos enseñó a no esperar la ayuda del Occidente y contar con nosotros mismos», afirma Tufic Bahr. Para él. como para muchos chiíes del Líbano, Hassan Nasralá provoca la misma admiración que Mussa Sadr. «Moriría a los pies de 'sayed' Hassan», dice Tufic. «Nos devolvió la dignidad».

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