Diario de León

| Análisis | El debate interno en Israel |

Oraciones y preguntas después de la guerra

Publicado por
Ángela Rodicio - servicio especial
León

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«En este momento no digo nada de la guerra en la que has perecido. Nosotros, nuestra familia, ya la hemos perdido. Israel, ahora, hará un examen de conciencia, mientras nosotros nos encerraremos en nuestro dolor, rodeados de nuestros amigos, circundados por el amor de tanta gente que no conocíamos...». Así hablaba el martes en un cementerio de Jerusalén David Grossman, uno de los escritores más reconocidos de Israel, dentro y fuera del país. Una semana antes, Grossman junto con Amos Oz y Abraham Yehoshua, los otros dos literatos israelíes de prestigio, había firmado un manifiesto conjunto pidiendo el fin de las hostilidades. La oración fúnebre de Grossman, no se olvidó de subrayar que una de las peores maldiciones de los griegos es la de sobrevivir a los propios hijos, era atentamente compartida por otro padre que hace poco más de 10 años perdió al suyo, de la misma edad, en un atentado suicida dentro de un autobús de la Ciudad Santa: el periodista Nahum Barnea. Barnea es el analista israelí de mayor renombre. Crítico, mordaz e independiente, Barnea pedía hace una década, en el mismo cementerio, la paz con los palestinos. Lo mismo que había deseado su hijo asesinado. El hijo de Grossman David Grossman perdió a Uri, de 20 años, el último día de guerra, antes de la tregua del lunes. Era el comandante de una unidad de tanques que operaba en el sur del Líbano. Barnea, amigo íntimo de Grossman, uno de los fundadores del movimiento Paz. Ahora, se hallaba cubriendo la bomba kamikaze cuando supo que su propio hijo se encontraba entre las víctimas. Yo fui testigo de aquella experiencia aterradora, una especie de nexo secreto que me une desde entonces con mi vecino del barrio de German Colony, la zona laica de Jerusalén. Como adelantaba Grossman, el examen de conciencia en la sociedad israelí más ilustrada, ha comenzado desde la pren-sa. Aluf Benn, columnista del diario Haaretz, titulaba su artículo del jueves Las 20 preguntas que se hacen los israelíes sobre la guerra. Comenzaba planteándose cómo y por qué el primer ministro decidió ir a la guerra, para continuar interrogándose sobre la desconsideración del Gabinete hacia su número dos cuando este puso sobre la mesa qué iba a ocurrir después de las operaciones militares. Benn sigue indagando sobre cómo se pudo desplegar a miles de reservistas en el sur del Líbano, sin el apoyo logístico obligatorio en esos casos; o sobre si el Gobierno decidió levantar las restricciones sobre bombardeos aéreos en zonas civiles; los fallos de la inteligencia militar referentes a los lugares donde se halla-ban los líderes de Hezbolá, o la capacidad del Partido de Dios de lanzar entre 100 y 2.000 misiles al día, durante más de un mes, sobre el norte de Israel... Las preguntas de los críticos israelíes a sus líderes todavía carecen de respuestas. Barnea lo ha resumido con un «No hemos ganado». Está por ver si lo han hecho los libaneses. Embutidos entre una potente Hezbolá, que se considera vencedora moral, respaldada por Siria e Irán, y las fuerzas libanesas nacionalistas que verán ex-tremamente difícil imponer la autoridad legítima de un Gobierno , el de Fouad Siniora, permanentemente enfrentado al presidente, Emile Lahud, el hombre de Damasco en Líbano. De las más de mil víctimas civiles libanesas, muchas de ellas todavía sin identificar, sólo sabemos que nadie ha rezado una oración fúnebre.

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