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Cada vez más laboristas expresan su descontento con la colaboración con Israel y Bush

Blair pierde apoyos entre los votantes y su partido por su actuación en el Líbano

El descontento de los electores comenzó con la invasión de Irak y crece con cada amenaza terrrorista

Tony Blair durante su visita en el mes de diciembre a las tropas británicas en Irak

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Joaquín Rábago - londres
León

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El primer ministro británico, Tony Blair, se ha encontrado al regreso de sus vacaciones caribeñas con un claro anticipo de lo que le espera: una caída en picado de los laboristas en las encuestas y una rebelión en sus propias filas. Según un sondeo que publicaba ayer el diario conservador «The Daily Telegraph», de celebrarse ahora elecciones, los conservadores de David Cameron obtendrían un 38 por ciento de los votos, frente a sólo un 31 por ciento los laboristas y un 18 por ciento los liberales demócratas. El descontento de los votantes con el rumbo que ha impreso a la política exterior el líder laborista desde su decisión de invadir Irak con el falso pretexto de las armas de destrucción masiva de Sadam Husein es cada vez mayor, y crece con cada amenaza terrorista. Una manifestación clara de la creciente inquietud de muchos laboristas con la política del Gobierno es la defección, anunciada este viernes, de cerca de cuarenta militantes del partido de Blair que se pasaron en masa al liberal demócrata, la única de las grandes formaciones que se opuso desde el principio a la guerra de Irak. Significativamente, los treinta y siete activistas del partido que expresaron así su hartazgo con la política del Gobierno pertenecen a la circunscripción de la nueva ministra de Asuntos Exteriores, Margaret Beckett, en Derby South, y la mayoría son musulmanes de origen paquistaní. Mohammed Rawail Peeno, uno de los tránsfugas, lo justificó así: «La guerra del Líbano me ha hecho cambiar de opinión y me ha hecho sentir que estoy en el partido equivocado». La negativa de Blair a unirse a otros gobiernos europeos para exigir a Israel un alto el fuego inmediato en su conflicto armado con la milicia libanesa de Hizbulá, que hubiese ahorrado cientos de muertos, en su mayoría árabes, fue la gota que colmó el vaso de la paciencia de esos militantes. Cada vez más laboristas expresan su desesperación por el daño que está haciendo al partido la que ven como obcecación de Blair al alinearse totalmente con el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, en la crisis de Oriente Medio. La remoción, el pasado mayo, de Jack Straw de su puesto de ministro de Asuntos Exteriores y su sustitución por Margaret Beckett se ha atribuido a presiones del Gobierno estadounidense, al que disgustó supuestamente que el ex-ministro de Asuntos Exteriores calificara de «inconcebible» un ataque militar contra Irán por su programa nuclear. La comunidad musulmana, cuyos votos son muy importantes para el laborismo, está cada vez más enojada con el doble rasero que atribuye al Gobierno de Blair, de común acuerdo con el de Washington en todo lo relacionado con Israel y sus vecinos árabes.

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