Diputados opositores impiden la intervención de Fox en el Parlamento

El 1 de septiembre del 2006 pasará a la historia mexicana como el día en el que un presidente del país, Vicente Fox, no pudo intervenir desde la tribuna del Congreso para rendir cuentas de su último año de Gobierno. Poco antes de su llegada al recinto, unos 200 diputados del Partido de la Revolución Democrática (PRD), el de Andrés Manuel López Obrador, tomaron la tribuna con ejemplares de la Constitución mexicana, tras denunciar su portavoz que la capital del país estaba, literalmente, tomada por las fuerzas de la Policía Federal y el Ejército. Impidieron así la comparecencia de Fox y grita-ron consignas como «Lo dejas y te vas», y «Sufragio efectivo, no imposición». El PRD, convencido de haber sido víctima de un fraude electoral a favor del candidato del partido del Gobierno, Felipe Calderón, mantiene una protesta que parece una nueva revolución, al convocar un gobierno paralelo y llamar a una resistencia civil pacífica. El presidente, que el 1 de diciembre concluirá sus seis años de mandato, llegó al vestíbulo del edificio, donde, con cara de circunstancias y las manos temblorosas, entregó el grueso paquete con el texto de su in-forme y dijo: «Ante la actitud de un grupo de legisladores que hace imposible la lectura del mensaje que he preparado para esta ocasión, me retiro de este recinto. Muchas gracias». López Obrador, candidato de la coalición Por el Bien de Todos, prefirió no acudir a la sesión. Encabezó una concentración desde donde llamó fascista al Gobierno de Fox. Su decisión de continuar denunciando fraude a favor del candidato del partido del gobierno, Felipe Calderón, provoca reacciones encontradas. Varios medios internacionales le han pedido que acepte la decisión del Tribunal Electoral. El sábado, René Delgado, director del diario 'Reforma', uno de los más prestigiosos del país, invocaba a ambos contendientes a centrarse en «la intersección donde se dan las coincidencias» porque ambos se necesitan «para plantearse el cambio de régimen que el país exige». Según Delgado «No hay nada de romanticismo en el afán de impedir que Andrés Manuel se autoproclame Presidente para convertirse en una leyenda sin destino, ni en el afán de impedir que Felipe crea que basta el certificado de su elección para contar con la fortaleza que requiere un presidente de la República».