Chávez admite que unos militares mataron a seis mineros

«Cómo mínimo hubo uso excesivo de la fuerza». El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, tuvo que abandonar por unos minutos sus proclamas de campaña para asumir responsabilidades en el turbio crimen perpetrado por militares venezolanos en La Paragua, un municipio próximo a la frontera con Brasil. La localidad está en pie de guerra desde el pasado viernes cuando se conoció el ataque del Ejército contra lo que, según las primeras investigaciones, era un yacimiento minero ilegal. Allí mataron, al menos, a seis trabajadores, entre ellos dos indígenas y dos brasileños. Aún se habla en términos de suposición ya que los datos con los que trabajan los medios de comunicación del país son mínimos y los vecinos de la zona ya han denunciado las trabas con las que se han encontrado para conocer lo sucedido a sus amigos y familiares. Ni siquiera fue sencillo recuperar los cadáveres. Desde que los militares ajusticiaron a los mineros -hay un testigo que resultó herido y, según el ministro del Interior, los disparos tenían trayectoria descendente y fueron realizados por la espalda- las protestas se han sucedido para reclamar la detención de los responsables y, según diarios locales, los manifestantes llegaron a asaltar y quemar la casa del alcalde. El suceso se convirtió con el paso de los días en una historia digna de una novela de García Márquez, en una ciudad ubicada en plena selva, un Macondo venezolano. Al principio ni siquiera se reconoció que se hubieran registrado muertes en la operación y al día siguiente del crimen el balance de víctimas mortales oscilaba entre las tres y las veinte. Mientras los militares afirmaban que habían sido atacados con armamento de escopetas -es frecuente que los trabajadores estén armados, ya que se repiten las disputas territoriales-, las fuentes vecinales aseguraban que las víctimas (al menos en el caso de los indígenas) sólo portaban picos y azadones como y no armas.