Grandes retos
Ban Ki-Moon habla en voz baja y tiene suaves maneras. Es un curtido diplomático experto en buscar consensos, de sobra conocido en Washington. Todo ello le servirá para dirigir una organización que pasa por sus horas más bajas, aquejada de falta de credibilidad y confianza. Ban tendrá por delante serios retos. El primero, y más urgente debido a su actualidad, es la crisis que enfrenta a la comunidad internacional con Corea del Norte, pero también el desafío nuclear de Irán y la delicada situación en Darfur (Sudán). Más allá de la agenda política, Ban tendrá que profundizar, más bien relanzar, la reforma de la ONU, en especial la ampliación del Consejo de Seguridad que Annan no fue capaz de sacar adelante. También deberá sacudir su estructura administrativa para que sea más ágil, menos burocrática y más transparente, y levantar la moral de sus empleados después de la crisis de legitimidad desatada por escándalos como el de corrupción en el programa Petróleo por alimentos para Irak o las denuncias de abuso sexual por parte de cascos azules en misiones de paz. Para todo ello, el surcoreano Ban cuenta con algunas armas, como conocer el organismo tras haber trabajado en la misión de su país ante él, en 1974, y en la Embajada de Corea del Sur en Washington. Las sóli-das relaciones que tiene en la capital estadounidense serán claves, según los analistas. Consideran que le servirán para atraer a Estados Unidos a traba-jar más de cerca con la ONU, aunque algunos ven también esta cercanía un punto negativa.