Cerrar

El club del fin del mundo

Con su ensayo nuclear, Pyongyang pone a prueba la paciencia de China y Corea del Norte, que podrían verse empujadas hacia las posiciones más duras de Washington Irán dice estar a favor

Publicado por
Miguel Murado - redacciónmadridefe | teherán
León

Creado:

Actualizado:

A Corea se la conoce en su literatura como «el país de la mañana tranquila». Pero la mañana de ayer ha sido cualquier cosa menos tranquila. La detonación subterránea de un artefacto nuclear no sólo echó a perder la calma matinal, simplemente ha creado un mundo nuevo. Y no mejor. Corea del Norte, uno de los países más pobres, dictatoriales e imprevisibles del planeta pertenece ya oficialmente a ese «club del fin del mundo» que integran las otras ocho potencias nucleares. ¿Qué ocurrirá ahora? La guerra está descartada. El Ejército norcoreano no tiene para botas pero suma un millón de soldados. El Pentágono desaconseja incluso una acción aérea limitada: Pyong-yang tiene miles de piezas de artillería apuntando a Seúl. Washington tratará, pues, de que se impongan sanciones. Pero eso depende de Corea del Sur y, sobre todo, de China, por donde pasa la mayor parte del comercio norcoreano. Sin China, las sanciones dolerán pero no acabarán con el régimen. Sobre todo, pueden empeorar aún más las cosas. Si hasta ahora China se oponía a las sanciones, aparte de porque siempre lo hace, era porque Pekín jugaba a ser el padrino severo y a la vez benevolente de Corea del Norte. Sus sismógrafos le habrán dicho ayer que se equivoca y, si es lo que parece, China debe estar indignada con el régimen de Pyongyang. Cuánto, lo veremos. No tanto, desde luego, como Corea del Sur. El presidente Roh Mujiun ha seguido fielmente la «política del Arco Iris» de su antecesor, consistente en un generoso acerca-miento a la otra Corea, con amplias partidas de ayudas y promesas de reunificación. El ruido de la explosión nuclear le ha debido sonar como una bofetada. Roh ha protegido a Pyongyang de sanciones, ha mediado en su nombre e incluso se ha enfrentado con Washington por sus «herma-nos enemigos». Ahora, ha quedado expuesto a las críticas cada vez más sonoras de la derecha surcoreana que quiere revertir su alejamiento de EE.UU.. Y el año que viene hay elecciones. El factor japonés Por si fuera poco, la explosión ha cogido al nuevo primer ministro japonés de visita en Seúl. El muy nacionalista Shinzo Abe (es nieto de Nobusuke Kishi, antiguo criminal de guerra en Corea, precisamente) podría muy bien aprovechar la ocasión para abandonar las ya teóricas cláusulas pacifistas de la constitución japonesa (En realidad, el presupuesto militar japonés es ya diez veces mayor que el de Corea del Norte). Pero la temida carrera nuclear en el sudeste asiático podría no ser tan inminente. Tokio ya está bajo el «paraguas nuclear» norteamericano y Washington lo prefiere así. Permitir a Japón armarse por su cuenta con artefactos atómicos supondría un enfrentamiento con Pekín y Pyongyang a la vez. Y todo eso sucede el día que el mundo elige a un ministro de Exteriores surcoreano para que resuelva todos sus otros problemas desde las Naciones Unidas. No se puede negar que en ese reino del horror, la tortura y la paranoia que es Corea del Norte todavía queda un pequeño resquicio para el sentido del humor. Ojalá lo hubiese también para el sentido comú también. ¿La gran jugada?: Que ahora Pyongyang anunciase que vuelve a la mesa de negociaciones a cambio de más ayuda. China dijo estar en contra» de la prueba nuclear efectuada por Corea del Norte y pidió a Pyongyang que cumpla su compromiso.

Cargando contenidos...