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Maliki promete acabar con las milicias, pero sin recibir imposición alguna del exterior

Bush admite que su paciencia tiene un límite y que no le gusta como está Irak

Afirma que las bajas no deben convertirse en desilusión porque «estamos ganando»

Protesta chií en Ciudad Sadr contra una redada del Ejército de EE.UU.que acabó con cinco muertos

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Óscar Santamaría - corresponsal | nueva york
León

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El presidente George W. Bush intentó ayer de nuevo acercarse a la descontenta opinión pública a menos de dos semanas de las elecciones legislativas y lo hizo hablando de Irak. «Yo tampoco estoy satisfecho con la situación», admitió. Bush ofreció una rueda de prensa, durante una hora y que televisada en directo, consciente de que los próximos comicios son un referéndum sobre la marcha de la campaña mili-tar en el país árabe y que los republicanos podrían perder el control del Capitolio por la creciente oposición -en máximos históricos- de los norteamericanos a la guerra en Irak, de la que no ven el final. «Sé que muchos estadounidenses no están satisfechos con la situación que se vive allí. Yo tampoco lo estoy», dijo el presidente norteamericano tras recordar que tan solo en octubre han muerto 93 soldados en el campo de batalla, el mayor número desde hace un año. No obstante, señaló que este sentimiento no debe convertirse en «desilusión», para después insistir en que «estamos ganando (la guerra) y la vamos a ganar, a menos de que nos marchemos antes de que hagamos nuestro trabajo». En su papel de comandante en jefe, el republicano dio un paso al frente y aceptó toda la responsabilidad de la campaña en Irak. «Me pidieron rendición de cuentas, y descansa aquí», dijo apuntándose a él mismo y en referencia a la campaña electoral del 2004, cuando se instaló para un segundo mandato en la Casa Blanca. Métodos flexibles El mandatario reiteró que sus objetivos en Irak son los mismos que entonces, pero que los métodos para conseguirlos son flexibles, por lo que abrió la puerta a posibles cambios de estrategia. «Mi Gobierno considerará con cuidado cualquier propuesta que nos ayude a alcanzar la victoria». Entre ellas, una posible retirada gradual de las tropas. También pidió a las autoridades iraquíes que «tomen valientes medidas para salvar su país» y acabar con la violencia. «Les hemos dejado claro que la paciencia de Estados Unidos no es ilimitada», dijo Bush quien, para quitar hierro a sus palabras, calificó al primer ministro Nuri al Maliki, con quien no está en total sintonía, de «hombre ade-cuado» para gobernar Irak. A quien sí defendió fue a su secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, de nuevo en el ojo del huracán por el manejo de la situación. «Estoy contento con su trabajo. Es inteligente, duro y un hábil gestor». Precisamente el jefe del Pentágono, junto al vicepresidente Dick Cheney y otros altos funcionarios de la Casa Blanca de distintos departamentos, han lanzado una campaña para tratar de «vender» el trabajo del Gobierno en Irak y las posibilidades de victoria en la guerra contra el terror. Maliki prometió ayer acabar con las milicias después de ser presionado por Washington para que detenga la violencia, pero insistió en que su Gobierno no trabajará con plazos impuestos desde el exterior. El primer ministro iraquí hizo estas declaraciones horas después de que las tropas de EE.UU. y fuerzas especiales locales lanzaran una operación para capturar a un comandante de los escuadrones de la muerte en Ciudad Sadr, al este de Bagdad. La acción provocó choques con los milicianos del Ejército del Mahdi, causando cinco muertos. El ataque recibió severas críticas de Maliki, pese a que la comandancia estadounidense aseguró que contó con «la autorización del Gobierno» iraquí.