Diario de León

Markus Wolf fallece a los 83 años sin revelar el nombre de sus agentes

Muere el jefe de los espías de la República Democrática Alemana

El día de la unificación alemana comandos especiales trataron de arrestarlo sin éxito

Markus Wolf en la feria del libro de Frankcfort en octubre del 2002

Markus Wolf en la feria del libro de Frankcfort en octubre del 2002

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Enrique Müller - berlín
León

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Markus Wolf, el más célebre de los espías alemanes, murió ayer a la edad de 83 años. La noticia de su muerte debe haber causado alivio en decenas de hombres que trabajaron bajo sus órdenes. El maestro nunca quiso revelar el nombre de sus agentes y llegó incluso a rechazar una suma de siete dígitos que le ofreció la CIA para que revelara sus secretos. En las primeras horas del 3 de octubre de 1990, el histórico día de la unificación alemana, un par de comandos de agentes especiales de la policía del nuevo país llegaron hasta las dos viviendas que poseía Markus Wolf en Berlín para arrestar al más famoso jefe de espías de la guerra fría, pero ambas residencias estaban vacías. Wolf, el hombre que había llegado a conocer los secretos mejor guardados de sus enemigos de la República Federal, se había quedado sin hogar político y optó, al igual como lo hizo su padre en 1993 para huir del nazismo, por el camino del exilio. El «espía sin rostro», como era conocido Wolf en el mundo del espionaje internacional, había sido acusado de traición a la patria. Pero un año más tarde, Wolf regresó a su nuevo país y se enfrentó a la justicia con un argumento poderoso. «Yo jamás traicioné a mi país (la RDA)», rugió el maestro de espías cuando se enfrentó a un juez y añadió otra frase que le sirvió para eludir su paso por la cárcel: «No tengo las manos manchadas de sangre». Infiltrados De hecho, el trabajo que realizó Wolf durante 33 años como máximo jefe del departamento de espionaje exterior de la temida Stasi era otro. Con una perfección que llegó a ser aplaudida por sus enemigos, Wolf tuvo éxito en infiltrar cientos de espías en las instancias más importantes de la RFA, desde los servicios secretos alemanes hasta la cancillería. «La cifra no importa. Lo importante es saber dónde están situados los superespías», confesó Wolf cuando publicó su libro de memorias. «Los superespías son aquellas personas que trabajan en el gobierno o que están en las cercanías de las personalidades políticas. Yo hablaría de 50 a 90 de esos superespías», comentó el ex espía recién fallecido. El más famoso de sus «superespías» fue Günter Guillaume, que ocupaba el cargo de secretario personal del canciller Willy Brandt cuando fue descubierto. La captura de Guillaume provocó la caída de Brandt, un escándalo que fue calificado, curiosamente, por el propio Wolf como uno de sus grandes fracasos. Los otros espías Wolf también fue el inventor de otra clase de espías que tenían la delicada misión de conquistar los corazones solitarios de las mujeres que trabajaban en las cercanías del poder en Bonn o en las dependencias de los servicios secretos. Él mismo los bautizó como los «Romeos». «Si llego a ocupar una página en la historia del espionaje será por haber perfeccionado el uso del sexo en la labor de espiar», confesó Wolf en sus memorias. «Pero no fue correcto hacerlo. Nadie tiene el derecho de destruir la vida de personas inocentes», añadió el «espía sin rostro».

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